Ricardo Báez, un luchador de alma

Ricardo BáezEl misionero forma parte de la selección nacional juvenil y se prepara para dar el salto a la mayor. Vive en el CeNARD desde 2012 y, lejos de Río 2016 por una lesión, sueña con estar en Tokio 2020.
Tenía doce años Ricardo Báez cuando se trazó una meta: vivir en el Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo, en Buenos Aires. Hoy, siete años después, el CeNARD es su casa. Es allí, en esa cuna del deporte argentino, donde el misionero se prepara para otra temporada de logros y experiencias en la élite de la lucha mundial.
“El objetivo de este año es clasificar al Mundial Juvenil de Francia. Y el sueño es estar en un Juego Olímpico. Río 2016 no podrá ser por una lesión, pero tengo la mirada puesta en Tokio 2020”, confía el posadeño de 19 años, que aprovechó Semana Santa para regresar al barrio Santa Lucía, rodeado de familiares y amigos.

El 2015 fue promisorio para Ricardo, que se dio el gusto de disputar su primer Panamericano, en Toronto, donde estuvo a un triunfo de obtener la medalla de bronce en Lucha Libre, la especialidad que heredó de Adrián, su padre, y que también sigue su hermano, Enzo?(17), que llegó al Cenard en 2014. Las puertas de ese lugar se abrieron para Ricardo en 2012, después de un notable rendimiento a nivel nacional que llamó la atención de los entrenadores de la selección.
“Empecé a luchar con ocho años. Mi papá tenía su escuela de lucha en la esquina de casa y ahí empecé. A los doce me di cuenta que la lucha era mi pasión, a lo que me quería dedicar.?Y?un día el presidente de la Federación Argentina vino a Posadas y le dije que quería vivir en el Cenard.?Desde chiquito estaba loco por esto. Para mí, la lucha es más que una pasión”, cuenta Báez, que desde entonces recorrió un largo camino de triunfos y experiencias.
Ricardo partió al CeNARD en 2012 y al año siguiente tuvo sus primeros desafíos internacionales. El primer logro llegó en el Panamericano de Cadetes de Chile, donde se quedó con el bronce. Volvió a repetir en el Panamericano Juvenil Toronto 2014 y ese año se animó a luchar en Mayores. Fue en México y conquistó un notable octavo puesto con sólo 18 años.
No obstante, el salto de calidad lo terminó de dar el año pasado, cuando participó en los Juegos Panamericanos de Toronto -anteriormente había luchado en panamericanos, pero exclusivos de lucha- y estuvo a un triunfo de obtener el bronce para Argentina. “Terminé quinto, perdí el tercer puesto con un portorriqueño que es actual subcampeón olímpico”, se resigna el misionero.
Pese a la derrota, aquel rendimiento le permitió ganar parte del reconocimiento que le faltaba a nivel país, al punto que a fines del año pasado recibió uno de los premios Revelación que otorga el diario Clarín a los deportistas con proyección internacional. “Ahí estuvieron Tevez, Gallardo, Palermo, Crismanich y varios más. Fue una alegría enorme”, recuerda.
Eso fue apenas días antes de que se llevara también una mención especial en la Fiesta del Deporte de PRIMERA EDICIÓN, “por ser considerado un embajador del deporte misionero, por su gran presente en lucha y por el protagonismo logrado en los Panamericanos de Toronto con la camiseta argentina”, tal se lee en el cuadro que se llevó a casa el luchador oriundo del barrio Santa Lucía de Posadas.
Sin embargo, también hubo pálidas y sobre el final de la última temporada Ricardo sufrió una lesión en el hombro derecho y debió ser operado. “Ya estoy casi recuperado, pero eso no me permitió culminar la temporada ni pelear en los clasificatorios a los Juegos de Río”, se lamenta, aunque no baja los brazos: “En julio voy a estar en el Panamericano Juvenil de Venezuela. Mi objetivo es salir campeón y clasificar al Mundial Juvenil de Francia, en agosto. Y después quedará pendiente el sueño de un Juego Olímpico. Ojalá sea en Tokio 2020. Esa es mi meta principal”, confiesa Báez que, al igual que cuando soñaba con vivir en el Cenard, promete no detenerse hasta lograrlo.

El día a día en el CeNARD
Sacrificio. En esa palabra se centra la vida a diario del deportista de alto rendimiento en el CeNARD, donde Ricardo Báez comparte el día a día con jóvenes de todo el país.
“Nos levantamos temprano, a eso de las 7, desayunamos, y a las 10 tenemos entrenamiento hasta las 12. De ahí salimos a almorzar, nos bañamos y al colegio, a estudiar. A la tarde, lo mismo: después de clases, a entrenar nuevamente. Y a la noche, a dormir temprano”, le cuenta el luchador misionero a DE PRIMERA.
En el CeNARD funciona una suerte de hotel donde pasan sus días los deportistas que serán la ilusión argentina en Río. “Yo comparto habitación con dos pesistas olímpicos. Tenemos un sector de ese alojamiento que es sólo para nosotros. Convivimos con gente de todo el país y tenemos tutores que nos cuidan las 24 horas”, relata Báez sobre el funcionamiento y la convivencia en el lugar, emplazado en inmediaciones al barrio de Núñez, en Buenos Aires, a metros de la avenida General Paz.

Fuente: Primera Edición.

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