Fútbol sin fronteras

Víctor Gómez Puerto RicoVíctor Gómez tiene 45 años y es un referente del fútbol de Puerto Rico. Desde hace 16 años cruza el río todos los domingos para jugar en Paraguay, donde el año pasado la liga oficial llevó su nombre. “Mi vida es jugar al fútbol y nada más”, afirma.

Víctor Gómez jamás jugó en Boca. Nunca vistió la camiseta de River. Su nombre no fue aplaudido en ningún estadio europeo. Sin embargo, Víctor Gómez es un grande del fútbol, uno entre tantos que permanecen escondidos pero a los que el mundo de la redonda le debe un reconocimiento.
Si su vida fuera una película, debería titularse “Fútbol sin fronteras”, y no sólo porque desde hace 16 años es ídolo en Paraguay, hasta donde cruza todos los domingos desde Puerto Rico a través del río. “Miñe”, como lo conocen en la zona, superó también el límite que para muchos representa la edad: con 45 años, entrena todos los días y, hay que decirlo, corre mucho más que los rivales que lo dividen en edad.
“Mi vida es jugar al fútbol y nada más. Nunca gané plata, pero me dio todo lo que tengo”, dice Gómez a la vera del Paraná, ante los micrófonos de De Primera. Le dio y también le quitó: cuando tuvo que elegir entre el amor y la pelota, la respuesta fue obvia. Y la reacción de ella también. Pero la redonda todo lo vale. El fútbol es el fútbol. ¿Quién puede explicar una pasión?

El mundo es una pelota
La vida de Gómez estuvo atravesada por la pelota desde siempre. Conoció su primer y único amor cuando tenía 14 años. “Empecé a jugar en la escuelita del club 25 de Mayo de Puerto Rico, mis padres me llevaron a jugar al fútbol porque mi familia era futbolera y yo en la escuela sólo hacía básquet”, revela “Miñe”, que comenzó como buscador de pelotas -oficio de iniciación para cualquier pibe- hasta que a los 16 se animó a los tres palos.
Sí, sí. Gómez empezó en el arco, pero enseguida descubrió que lo suyo no pasaba por evitar goles, si no por ayudar a hacerlos. “Desde ahí empecé con esta pasión, gracias al señor Durán, que era mi entrenador. De ahí, cuando iba a cumplir 17 debuté en Primera en Centro Paraguayo, un club que ya no existe más”. De a poco, el color albirrojo se entremezcla en la historia.
Pasaron varios años con la número 5 bajo la suela, hasta que un día “Miñe” profundizó ese amor incondicional pero cambió “por una más chica”, la de futsal. Félix Correa fue el encargado de inculcarle esa nueva pasión que sostiene hasta hoy, salvo claro, cuando cruza el Paraná. “Cuando conocí el futsal me apasioné por ese deporte. Ahí dejé el fútbol de campo y me dediqué de lleno. Gracias a eso es que conocí muchos amigos y lugares en los que jamás hubiese podido estar”, admite Víctor.
En su haber, Gómez tiene la friolera de más de ¡cuarenta! nacionales de futsal disputados y, además, el orgullo de haber sido el único jugador de Puerto Rico en disputar un Torneo Sudamericano de Clubes.
Con 45 años en las espaldas, “Miñe” se mantiene intacto. Cualquiera que lo ve jugar puede dar fe de eso. Es un pibe disfrazado de grande y no pierde las ganas. ¿Cuál es el secreto? El entrenamiento. “Mi día arranca a las 5 de la mañana, me voy a trabajar, salgo a las 17, meriendo algo liviano y ahí a entrenar hasta las 19 ó 20. Así, de lunes a viernes, sábados descanso y el domingo, a Paraguay”, cuenta y agrega lo que siempre le enseña a los más jóvenes en sus charlas -porque “Miñe”, claro, es convocado constantemente en escuelas y clubes- “el entrenamiento es lo primordial, yo no quiero ser ejemplo de nada, pero el cuidado de uno mismo es lo más importante. Nadie sin entrenamiento llega a lograr el objetivo. Un gran ejemplo que tenemos en Puerto Rico es Ricardo Rojas (N. de R: exjugador de River Plate y de la selección paraguaya, jugó el Mundial de Francia 1998), que todos los días se levantaba a correr a las cinco de la mañana, a las 2 de la tarde corría de vuelta y otra vez a las 19. Con mucha disciplina llegó hasta donde llegó”.
Gómez opina que uno de los problemas en el fútbol misionero de hoy es que a los más chicos les cuesta tener ese apego por el entrenamiento. “Los pibes de hoy tienen muchas condiciones pero les falta disciplina y entrenamiento. Yo juego contra jugadores de 20 años, a los que les duplico la edad, y ellos a los 30 o 40 minutos ya se están acalambrando. Yo me mato entrenando y no porque quiera sobresalir, si no porque me gusta, me apasiona”, reflexiona.

Fútbol, siempre fútbol
Tantos años detrás de la pelota grabaron en la memoria de Gómez miles de lugares, rostros y anécdotas. No obstante, su mayor historia es la que aún no terminó, la que lo lleva a ser protagonista del futsal misionero pero también del fútbol de campo, pero en Paraguay.
Todo comenzó una tarde de 1999 en el club 25 de Mayo, donde Gómez, fanático del fútbol, seguía de cerca un partido de menores. “Vino el presidente del club junto con gente de Deportivo Paraguay, un club de Puerto Triunfo, frente a Puerto Rico, porque estaban buscando un nueve.
«El domingo tenían que ganar sí o sí para no quedar afuera. Yo no quería saber nada, pero tanto insistieron que terminé yendo”, recuerda “Miñe” sobre el inicio de la aventura.
La primera noche fue inolvidable. “Me llevaron a dormir allá y de noche escuchaba música, después tiros y piñas. ‘En dónde me metí’, pensaba yo. Sólo hablaban en guaraní y yo no entendía nada de lo que decían”, rememora.
El sol salió temprano aquel domingo de hace 16 años. A Gómez lo despertaron temprano y lo llevaron primero a la Liga de Domingo Robledo para firmar los papeles. Deportivo Paraguayo, un humilde club de la tercera categoría del fútbol “guaraní”, necesitaba de la victoria para seguir en carrera.
“Me fueron a buscar a eso de las 10 de la mañana. En la cancha no conocía a nadie, todos hablaban en guaraní, me miraban y enseguida me pusieron apodo”, cuenta Gómez, que desde entonces, además de “curepa”, comenzó a ser conocido en la vecina orilla como “Asprilla”, por su parecido con el jugador colombiano.
“Entré a jugar y todos me miraban como cosa rara. Y en Paraguay el 9 acostumbra a ser cabeceador neto y yo, de cabeza, cero. El primer tiempo terminó 0 a 0, la gente se olvidó de Asprilla y comenzó a reputearme”, cuenta “Miñe”, que en el entretiempo se paró frente a sus compañeros y le pidió que le dieran la pelota a los pies, por abajo. “Bueno curepa”, respondió uno de ellos, y agregó: “Pero más vale que hagas gol porque si no te vamos a cagar a tiros”. La amenaza surgió efecto y “Asprilla” hizo tres para el 6-0 final de Deportivo Paraguayo.

Amor internacional
Desde entonces, Gómez es ídolo también en Puerto Triunfo. Tanto que el año pasado el trofeo de la Liga Domingo Robledo llevó su nombre. A ese nivel. “Hace 16 años que todos los domingos me levanto a las 9, vengo al puerto y paso en lo que sea, hasta remando. La gente me quiere mucho, llego a la cancha y todo el mundo pregunta por mí, sean locales o visitantes. Ese afecto, ese cariño, no hay dinero en el mundo que lo pueda comprar”, admite.
¿Tiene fecha de vencimiento “Miñe” Gómez? Víctor asegura que 2016 será su último año y que para 2017 se va a dedicar de lleno a la escuelita de fútbol que tiene. Sin embargo, algo en su rostro parece decir que, como años anteriores, esta vez tampoco va a cumplir con ese plazo. Que el amor por la pelota va a poder mucho más.
“Para mí el fútbol es una pasión, un sentimiento que llevo muy adentro. Siempre digo que di la vida por el fútbol y el fútbol, a su vez, me dio muchas cosas. Económicamente capaz no, pero yo soy un apasionado y juego ‘por la Coca’, como se dice. Con el fútbol conocí gente que tiene mucho poder y gente que no tiene nada. Siempre con humildad y respeto, que es lo más importante. Mi vida es jugar al fútbol y nada más. Así va a ser hasta que me muera”, finaliza Gómez con el rostro iluminado cual si fuera un chico.
Jugar por jugar. Por la camiseta y sin esperar nada a cambio. Eso lo hace un grande. Un grande del fútbol.

Fuente: Primera Edición.

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