“La competencia te educa para la vida”

“La competencia te educa para la vida”La escena transcurre en el CAPRI de la capital provincial y apenas Rodrigo Bacigalupi se sumerge en las instalaciones se cruza con Beto -uno de las personas que mantiene las instalaciones-, quien suelta: “Fue el mejor nadador que tuvimos”, para desatar la sonrisa cómplice del protagonista. “Yo era un piojito así”, le remarca Rodrigo, que hoy está al frente del Colegio de Abogados de Misiones, pero que guarda en su historial una época dorada como nadador.
Quien fuera subcampeón argentino amateur de Aguas Abiertas en el 92, destacó que los primeros pasos los realizó en el Santa Rosa, un gimnasio que le pertenecía a su papá y a su tío. Y que luego llegó la etapa en el ex Independiente -que abarcó la niñez y adolescencia- para, a los 17, iniciar su vínculo con Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires (GEBA), ya en su época de estudiante universitario en Capital Federal.
“Hacíamos entrenamientos doble turno y a veces triple turno. A la mañana veníamos acá, al Independiente, a la siesta me iba con mi papá -Juan Carlos- a El Brete y a las seis de la tarde volvíamos a entrenar, pero no te daba tiempo para tener una buena performance a nivel nacional”, resaltó.

¿Y por qué la natación?
Yo hacía gimnasia deportiva con mi papá, que era profesor. Y nos había enseñado a nadar. Un día salió en el diario que había una competencia en el Club Itapúa. Era intercolonias, le pedí a mi papá, que era deportista y profesor de Educación Física, y me dijo que no. Y mi vieja me llevó. Cuando volví, había ganado dos o tres pruebas y fue un alboroto en mi casa por las medallas. Salimos en el diario y eso generó un interés y motivación para que nadáramos. Mi papá armó el equipo y con mis hermanos y primos comenzamos a entrenar.
Bacigalupi le dio méritos a los profesores que estimularon la práctica de este deporte, no disimuló la nostalgia por las competencias en la provincia y la región y lamentó la decadencia durante sus últimos años de competencia en Misiones.
“Cuando me voy a Buenos Aires, en el 89, todavía había natación, pero empezaba a decaer. Y después, buena parte de la pérdida de ese gran movimiento que hubo en la natación fue que la filosofía de los profesores de educación física -que empezaron a aparecer en ese momento- era que el deporte es un entretenimiento y hay que tomarlo como es. Pero que la competencia no le hace bien al niño o al joven”, analizó.

¿No coincidís entonces con esa visión?
Absolutamente. La competencia educa para la vida, porque cuando entrenás y competís, aprendés a ajustarte a las reglas. Nos formábamos dentro de las reglas y la competencia nos hacía mejorar. El que andaba muy bien era respetado como nadador, pero todo atado a la sana competencia que, lo que hacía era que nos tratáramos de superar unos a otros sin agredirnos. Por eso creo que están equivocados aquellos que piensan que la competencia afecta al niño, a la inversa: te forma para la vida. Entre los 10 y los 20 años si no hacés un deporte de mucho esfuerzo te perdés una parte de la vida que la veo como importante.

¿Es decir que te sirvió un montón en tu caso personal?
Absolutamente. Tengo un ejemplo de una carrera en Concordia, en el Lago de Salto. Tenía que defender un lugar importante a nivel nacional y peleaba el segundo puesto. Llegó un momento en que pensé que me moría, tuve una fatiga muy grande, la más grande de mi vida. Y merced al esfuerzo llegué, terminé segundo y lo primero que pensé fue: ‘Si pasé esta, puedo pasar cualquier cosa’. Esa fue la experiencia que saqué de ese sufrimiento extremo, físico y mental.

En Buenos Aires, ¿te diste cuenta de que si arrancabas antes podías haber llegado más lejos?
No me replanteé eso, pero sí me di cuenta que, en los cincos años que entrené alto rendimiento, llegué a una etapa de ser el mejor entre los mediocres. Estaba el grupo mediano y yo era uno de los mejores, pero del grupo Elite yo estaba muy lejos. Ellos tenían cinco, seis, siete años de entrenamiento que yo no tuve. Yo empecé a los 17 a entrenar alto rendimiento y ellos empezaron a los 10. Esa diferencia era inalcanzable.

¿Qué paralelismo encontrás entre tu profesión y la natación?
Lo que veo es el nivel de resistencia, en la profesión tenés que tener un nivel de tolerancia y resistencia, al esfuerzo, a la competitividad. Al sometimiento a las reglas, porque trabajo en base a eso. Y lo estaba pensando y es lo mismo que hacía en la natación, en el entrenamiento tenía reglas y tenía que cumplirlas. Veo que eso me sirvió para mi profesión, poder entender el sistema, entender que todo merece un esfuerzo, que merece un orden. El entrenamiento no sólo es nadar, sino comer bien, descansar y entrenar bien y eso aprendí para mi trabajo diario.

¿Cuál es la mejor anécdota que te pasó en todo ese período?
Para mí, una linda anécdota está relacionada al cruce del río. La anécdota es esta: las tres veces que crucé el Paraná, lo hice con la guía de mi papá. Las dos primeras -yo ya estaba en Geba- salí segundo. Y la gente de la natación decía que yo perdía porque mi papá me guiaba mal. Entonces la tercera vez, que fue el año 92 si no me equivoco, yo venía en la cima de mi entrenamiento. Y mi papá me dice que no me iba a acompañar porque yo perdía por culpa de él. Y yo le dije que íbamos a ganar como sea y que me sentía bien. Y me acompañó e hice el récord del cruce (19′, 30»). Le apliqué la máxima velocidad que podía, no aflojé un segundo. Era palo, palo y palo, nunca corrí así y significó un punto de confianza entre mi papá y yo.
Y la otra -la que te dije- la de Salto, en Concordia. Ahí sentí que me moría.

¿En la parte humana qué te dejó?
Era un movimiento que se hacía en familia y tuvimos una vida gracias a la natación. Y en lo personal lo que te da el deporte es la pérdida del miedo a las relaciones. Por ejemplo, mis mejores amigos los tengo de la natación.
¿Qué logro que te dio mucha satisfacción lo asemejás a uno desde tu función de abogado?
Lo que sentí cuando tuvimos las elecciones del Colegio de Abogados, porque tuvimos un trance difícil con presión de algunos sectores políticos que quisieron entrar e nel Colegio; sentí fatiga y esfuerzo parecidos al que había hecho cuando corrí esta prueba en Salto. Pero sentía una felicidad semejante al haber concluido una etapa. Fue esa satisfacción.

Fuente: territoriodigital.com

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