Dejó la tarefa y hoy lo aplaude el atletismo nacional

El deporte le cambió la vida a Agustín Da Silva. A los 13 años abandonó la escuela para trabajar en los yerbales. Hoy, con 17, es segundo en el ranking nacional de 3.000 metros en su categoría. “Mi sueño es estar en un Juego Olímpico”, confiesa (Foto Primera Edición)

El deporte le cambió la vida a Agustín Da Silva. A los 13 años abandonó la escuela para trabajar en los yerbales. Hoy, con 17, es segundo en el ranking nacional de 3.000 metros en su categoría. “Mi sueño es estar en un Juego Olímpico”, confiesa (Foto Primera Edición)

Ensimismado, recuerda ahora esas madrugadas de soledad en el yerbal. El relato es crudo y pone la piel de gallina. Desnuda la triste realidad de los olvidados, de los que menos tienen, esos a los que todo les cuesta el doble.
“A veces hacía frío y en las hojas de yerba se formaba hielo. Sufría mucho porque los guantes me quedaban grandes, se te empiezan a mojar, se te congelan las manos y no sentís los dedos. Era feísimo, no veía la hora que salga el sol”, resume, con la mirada perdida.
Tenía trece años Agustín Da Silva cuando se adentró en los yerbales de Oberá. Había dejado la escuela y pasaba entre una y dos semanas en el campamento. Así “paraba la olla” para él, sus hermanos y su madre, víctima de una discapacidad que no le permite trabajar.

Hoy, con 17, para Agustín aquello no es más que un recuerdo. La suerte, el destino o vaya a saber uno qué ángel decidió que se cruzara en el camino con el atletismo. Y le salvó la vida: cuatro años después, está segundo en el ranking nacional de tres mil metros llanos en Menores, ganó innumerables pruebas y en diciembre fue premiado como el deportista del año en Oberá. El deporte tiene esa característica, la de cambiar realidades.
“Si no fuera por el atletismo, hoy estaría tarefeando o de albañil”, reflexiona Agustín mano a mano con De Primera, que viajó hasta el centro de la provincia para conocer su ejemplificadora historia de vida.

El pibe de la pelota
El calor golpea duro en la siesta del barrio Caballeriza, en el norte obereño, donde Agustín vive junto a sus hermanos y Margarita, su madre. La casa familiar es de madera y chapas de zinc, como casi todas en la zona.
Da Silva no vivió siempre ahí. Cuando era más chico vivía en Villa Cristen, cerca del Complejo Deportivo Ian Barney. Ese resultó ser el inicio de su romance con el atletismo. Tenía apenas once años.
“Yo tenía una pelota de fútbol que me regaló una señora y jugaba todo el día. Una tarde me fui al Ian Barney y me senté en la tribuna a esperar que alguien llegara para patear. Eran las 3 de la tarde y, como estaba solo, entré en la cancha y me puse a jugar. Ya había visto que había varios ahí corriendo en la pista de atletismo”, rememora Agustín sobre el inicio de su pasión.
Fabián Romaszczuk y Marcelo Caso entrenaban para las próximas pruebas. Y como lo vieron tan sólo, decidieron invitarlo a correr. “Vino de atrás, de la villa, sólo tenía un short. Estaba descalzo”, recuerda Fabián, su actual entrenador, de aquel día. El destino los juntó para siempre.
“Ahí empecé a correr, corría descalzo y sin remera. Ellos iban por la pista y yo por el pasto”, agrega Agustín, que comenzó a entrenar todos los días con el grupo. Como lo vieron con condiciones, Fabián y Marcelo lo invitaron a su primera carrera, en Oberá. “Era en dos semanas y ahí me entusiasmé y empecé a correr con más ganas todavía”, se acuerda.
Descalzo y con unos pocos días de práctica, fue segundo en 1.500 metros y también en 3.000, entre trece competidores de su categoría. Increíble e insólito.
“Estaban los mejores de la provincia. Y el descalzo les ganó a casi todos. Tenía, tiene, una condición natural”, admite Romaszczuk sobre su pupilo, que a las pocas semanas volvió a participar en otra prueba y ratificó sus condiciones: otra vez segundo y muy cerca del primero. “Me encantó”, apunta el adolescente.

Un viaje y un adiós
Parecía el comienzo definitivo, pero a veces las cosas no resultan tan fáciles. Es que justo cuando comenzaba el amor, unos tíos de Agustín lo llevaron a vivir a Buenos Aires por seis meses: “Cuando volví ya tenía doce y me había olvidado del atletismo; para más, me habían robado todos los trofeos y eso me hizo olvidar peor”.
Otra etapa comenzó en su vida y Da Silva debió crecer de repente. No volvió a la escuela y se dedicó de lleno a la tarefa. Era una vida sufrida, pero le dejaba dinero para ayudar a su familia en el día a día.
“En esa época creo que pagaban 150 pesos los mil kilos, pero había un tipo que me jodía todo, entonces terminaba sacando menos”, cuenta Agustín, que por entonces tenía trece años y comenzaba a moverse en los yerbales, pese a que el trabajo infantil está prohibido en la Argentina. ¿Qué opciones tenía? ¿Qué alternativas le habían dado las autoridades de turno?
Cansado de ser estafado por su “jefe”, una tarde decidió “tarefear solo”.
“Me iba todos los días y volvía los viernes para ver a mi mamá. La vida en el yerbal es dura, me levantaba a las 4.30 y empezaba. A veces hacía frío y en las hojas de yerba se formaba hielo. Sufría mucho, porque los guantes me quedaban grandes, se te empiezan a mojar, se te congelan las manos y no sentís los dedos. Era feísimo, no veía la hora que salga el sol”, narra sobre una etapa que duró dos años, hasta que cumplió los quince. Y entonces, otra vez le sonrió el destino.

La maestra que le cambió la vida
De héroes anónimos se nutre la historia de vida de Agustín. Fabián y Marcelo le habían inculcado el amor al deporte. Pero su camino necesitaba otro quiebre para retomar esa pasión olvidada que cambiaría todo para siempre. La docente Irma Silvero es también protagonista de la película.
“Yo ya había pensado no regresar a la escuela, pero un viernes cuando estaba en casa golpeó las manos una maestra y le preguntó a mi mamá si tenía algún hijo que necesitara terminar el séptimo grado. Yo justo estaba adentro y salí. ‘Si te ponés las pilas, te voy a ayudar’, me dijo Irma. Y de ahí no fui más a tarefear, el lunes fui al aula satélite de la Escuela 185. Me gustaba más estudiar que tarefear. Si esa maestra venía más tarde, capaz no me encontraba y hoy todavía iba a estar tarefeando”, admite Agustín, que pasó a tercer año en el CEP 46 sin llevarse una sola materia.
Lo cierto es que el regreso a la escuela fue también la vuelta al atletismo.
En la clase de Educación Física, el profesor anunció la cercanía de los Juegos Evita. Agustín se anotó pero salió segundo y no pudo clasificar. Pero volvió a sentir aquello que no sentía hace años.
“Ahí empecé a entrenar todos los días. Mi profesor me regaló un par de zapatillas y volví a correr en una carrera en Puerto Rico. Ese fue mi primer triunfo, gané los cinco kilómetros en Menores. Después fui a Colonia Alberdi y llegué adelante de los mayores, otra vez primero en mi categoría”, enumera Da Silva con humildad.
Agustín comenzó a sorprender y fue a principios del año pasado que terminó de dar el salto, en Posadas y nada más y nada menos que ante Darío Piñeyro, su ídolo, al que solía leer en los diarios durante las noches en el yerbal.
“Fue en la carrera de año nuevo, el 1º de enero de 2015, en la costanera de Posadas”, recuerda, con lujo de detalles.
“Era mi tercera competencia. Yo estaba temblando y me dije a mí mismo que con el quinto o sexto puesto ya me conformaba. Miré para atrás y estaba Darío Piñeyro, por primera vez corría contra él. Eran cinco kilómetros para todos. Largué y enseguida, de la ansiedad, me fui para adelante”. ¿Cómo salió Agustín? Sorprendió a todos: con 16 años fue segundo en la general.
“No podía creer, le había ganado a Piñeyro. Fue una sorpresa para toda la gente”. Primer sueño cumplido.

En el podio nacional
El 2015 fue el año del despegue. Da Silva fue cuarto en el Nacional de Cross-Country de Menores en La Rioja, segundo en 1.500 y tres mil metros del Nacional de Pista en Resistencia, campeón en el Nacional de Clubes en Santa Fe en tres mil metros y subcampeón en los 1.500.
¿No es suficiente? En diciembre marcó récord provincial de Menores en los tres mil metros y es segundo en el ranking nacional detrás del santafesino José Zavala.
Tantos logros llevaron a que Agustín sea considerado uno de los dos mejores del país en su categoría. “Tiene el don físico y mental, realmente es una joya, cuenta con todas las condiciones”, subraya Fabián, profesor y mentor, que indica que 2016 será el primer año de Da Silva en la categoría Juveniles, donde buscará estar entre los cinco mejores del país. Para 2017, en tanto, espera liderar el podio.
Agustín se ilusiona con lo que viene y sueña con representar al país en las olimpíadas. “Es el sueño de todo atleta, algún día espero llegar a eso. Sería algo demasiado bueno”, admite y, sin olvidar todo lo que le dio el deporte en poco más de un año, concluye: “Me apasiona correr, esta es mi pasión. El atletismo me cambió la vida”. Y no se equivoca. Vaya que lo hizo.

Adictos de ocho años
Agustín vive en el barrio Caballerizas de Oberá, donde al igual que en otros puntos de la provincia, las adicciones pegan fuerte. “Nunca probé el pegamento, porque mis vecinos y mi familia siempre me hablaron. Yo sabía adonde me iba a llevar todo eso”, aseguró Da Silva, quien luego pintó una escena desgarradora: “Ahora es tremendo, veo chicos de ocho años con pegamento o marihuana. Esas cosas duelen y dan mucha lástima”.

Presencia que falta
Protagonista de una historia especial, Agustín sabe de las cosas que faltan en el barrio. “A los que manejan el deporte les digo que vayan a los barrios, que organicen juegos para incentivar a los más chicos, porque si no se motivan, están perdidos. Muchos tienen condiciones, pero no hay nadie ahí… estaría bueno que se hagan cosas, porque los chicos van a dejar las drogas por el deporte. Una vez que empiezan con una disciplina no la dejan más”.

Apoyo que ayuda
En varias competencias a nivel nacional, Agustín sintió la falta de una buena alimentación y terminó perdiendo el liderazgo del podio. Afortunadamente, gracias a la colaboración de varios, pudo ajustar la dieta y mejorar el rendimiento.
“Me ayudan Frutería y Verdulería Manuel y Oscar Trofeos, de acá de Oberá. También nos da una mano un empresario que no quiere ser mencionado. A todos ellos les estoy muy agradecido”, explicó Agustín.

Fuente: Primera Edición.

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