El sueño de Sandro Antiveros se hará realidad

El sueño de Sandro Antiveros se hará realidad

Cuando Batil levantaba polvareda en la canchita que su propia familia montó a metros de casa, jamás imaginó que en esos regates forjaba su futuro. Los partidos eran eternos… es que levantarse por las mañanas y ojear una cancha por cualquier ventana de la casa es el motor de cualquier niño y Batil lo tenía a mano. 
La vida no fue sencilla en Dos de Mayo. Hijo del popular don Carlos y hermano de otros cuatro gurises, Batil formaba parte de una familia humilde a mucha honra. En casa nunca faltó el pan, pero tampoco se podía tirar manteca al techo. El estudio no era su fuerte ni por asomo… entonces Batil se refugió en lo que siempre amó con locura: la redonda.
Hoy ese niño va por un sueño, el máximo de cualquier deportista. Batil es Sandro Antiveros, el misionero que vestirá en cuestión de semanas los colores del país en el Mundial de Futsal. Un logro muy festejado pero con un gran esfuerzo detrás.

Antes de cumplir con tamaña proeza, Antiveros nos recibió en su casa de Posadas y se prestó a una charla con El Territorio. Sandro tiene la palabra.

¿Qué recordás de tu infancia? 
Somos una familia futbolera. Mi viejo siempre la peleó de albañil junto a mi hermano mayor, Juan Carlos, que tuvo que sacrificarse por nosotros. No pudo disfrutar de su infancia como yo porque lo ayudó a papá con el laburo. Nuestra economía no fue buena, pero nunca nos faltó para comer. Siempre se llegó a fin de mes con lo justo y necesario.

¿El fútbol viene de cuna?
Siempre supe que la pelota era mi pasión. A pesar de tener obligaciones, mi viejo nunca me cortó el fútbol. Tenía una canchita al lado de casa que la levantamos en una rivada con todos los vecinos del barrio Jorge Kemerer. Me acuerdo que tenía una planta de mora frente al arco… a veces faltaba uno en pleno partido y era porque estaba trepado al árbol, comiendo las moras. Al costado usábamos de líneas una plantación de caña dulce, que también al terminar nos sentábamos a comer… así terminaron mis dientes (Sandro no puede contener la risa). Fueron momentos muy lindos, siempre que nos juntamos con mis amigos surge alguna anécdota de esos partidos. Es imposible de borrar.

¿Por qué te dicen Batil?
Viene de Brasil, brasilerito. De chico me llamaban así y quedó, supongo que tiene que ver con vivir cerca de la frontera.

¿Cuándo empezaste con el fútbol de salón?
Al futsal lo empecé a practicar en la escuela municipal de Rubén Darío Ojeda. La pelota era de arena, pesadísima. Jugábamos en el polideportivo del pueblo. En ese momento habían provinciales de buen nivel, con equipos muy fuertes en el interior como San Vicente, Montecarlo, que lo tenía al gran Oscar Cuba, El Alcázar, Piray, que siempre fue potencia, y Puerto Rico, entre otros. Me acuerdo que se llenaban las tribunas del polideportivo, yo era alcanzapelotas… así nació mi pasión.
Mi viejo había conformado un equipo de pueblo y salíamos a competir con otros de 25 de Mayo, Aristóbulo del Valle y las colonias…era salir de la escuela y jugar al fútbol. La municipalidad nos daba el camión recolector de basura para viajar los domingos, eso sí, había que limpiarlo el sábado. También mi viejo unos días antes salía a recolectar dinero para sustentar el viaje.

Entonces la familia tuvo mucho que ver en esto que te está pasando…
Nuestra familia es futbolera, los siete…mi vieja siempre se prepara un mate y va a mirar los  partidos de futsal cuando hay partidos en Dos de Mayo. Somos seis de Boca y mi hermano mayor es de River, así que imaginate las cargadas…hasta hubo salidas del grupo de Whatsapp el año pasado (entre risas).

¿Cómo surgió lo de Plastimí?
Mi infancia y adolescencia las pasé en mi pueblo. Cuando partí estuve casi dos meses en Buenos Aires buscando cambiar de vida, no había mucha salida laboral y el estudio nunca fue lo mío, entonces se me complicaba. Además allá quería probarme en algún lado como futbolista salonero, pero en esa época costaba mucho si no tenías representante… hasta que surgió lo de Plastimí y me volví a Misiones.
El mismo Rubén Ojeda movió los contactos para que llegue a Plastimí y recibí el llamado de Eduardo Guelman (director de la empresa)… no dudé un segundo. Me dijo para pertenecer al equipo, me dio la oportunidad. Fue hace más de ocho años.

¿En Posadas encontraste lo que buscabas?
Me acostumbré al ritmo de Posadas, me siento feliz porque acá pude formar mi familia. A mi compañera la conocí en un gimnasio y le estoy agradecido porque fue fundamental en una etapa de mi vida que estaba en otra sintonía… me puso otra vez en camino, ella fue fundamental en todo lo que logré.
Llegó Benicio, que es nuestro tesoro. Hemos pasado momentos difíciles en el embarazo. Me lesioné jugando en Paraguay y ya no teníamos ingresos, no teníamos ni para comer, pero es la vida, hay que seguir adelante y pelearla… hubo gente que nos ayudó en su momento, como los chicos de Yacaré Futsal.

Hoy hasta tenés un gimnasio en casa…
El gimnasio es para que ella (Celia) pueda tener su espacio, porque es instructora; fuimos comprando las máquinas de a poco. Era un desafío, pero se puede. Si uno quiere y lo hace, se van dando las cosas. Llegué a la selección y pensé que iba a necesitar el gimnasio… hice toda la preparación en casa. 
A propósito de la selección, ¿esperabas el llamado?
Estuve preocupado y ansioso antes de la convocatoria… de que no me pase nada. Me tenía mucha fe de estar entre los 12 convocados. Estuve en varios amistosos, pero te juega en contra esperar hasta último momento.

¿Qué le podés aportar a la selección?
Soy un jugador de mucha entrega, de carácter muy fuerte. Siempre voy al frente y eso hace que esté en permanente roce con lo rivales, trato de llevarlos a mi juego.

¿Pensás que el Mundial puede ser una vidriera?
Si, para eso entrené, para eso siempre trato de superarme día a día. Ojalá pueda hacer un gran Mundial, después el resto vendrá solo. El sueño aumenta cada vez que uno va cumpliendo metas. La vida te va sorprendiendo y te va poniendo en más compromisos… de eso se trata, de intentar y no bajar los brazos.

¿Cómo lo ves a Argentina de cara al Mundial?
Argentina viene bien. Vamos a trabajar los partidos de la primera fase, tenemos un grupo humano muy grande y todos tiramos para el mismo lado, el mismo objetivo, y eso hace que la confianza aumente. Vamos a pasar partido tras partido. 
Va a ser un Mundial peleado, con sorpresas. Colombia se merece respeto por ser el campeón defensor, al igual que Paraguay. Este torneo va a dar de qué hablar, será muy parejo.

Familia y trabajo, dos pilares fundamentales

Sandro nació el 12 de octubre de 1987 en el departamento de Cainguás. Hijo de Carlos Andrés (61) y María Luz Meza (58), Antiveros tiene cuatro hermanos (Juan, Ramona, Rosa y Claudio) con los que convivió en Dos de Mayo. Después de viajar unos meses a Buenos Aires, se instaló definitivamente en Posadas, donde inició una relación con Celia Ávalos (34). De ese amor nació Benicio (4). Con Plastimí ganó múltiples campeonatos locales y participó en torneos nacionales de prestigio. De posición poste/ala, el jugador diestro dedica gran parte del tiempo al trabajo de chofer en una empresa de productos congelados, mientras que realizó su preparación a la cita mundialista en su casa del barrio Kennedy. Allí, junto a Celia, montó un gimnasio que actualmente está abierto para los vecinos de la zona.

Fuente: Cristian Avellaneda, El Territorio.

Enlace permanente a este artículo: https://www.deportesmisiones.com.ar/reportaje/2019/03/15/el-sueno-de-sandro-antiveros-a-punto-de-ser-realidad/

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

'); var MainContentW = 990; var LeftBannerW = 120; var RightBannerW = 120; var LeftAdjust = 10; var RightAdjust = 10; var TopAdjust = 10; ShowAdDiv(); window.onresize=ShowAdDiv; }