El sábado 4 de diciembre de 2010, Crucero caía en Santiago del Estero 2-0 con Central Córdoba, sufría su cuarta derrota consecutiva y se quedaba sin técnico en su segunda temporada en el Argentino A, ya que Darío Labaroni le ponía fin a su estadía en Santa Inés.
En menos de 24 horas, el domingo 5, a las 10.30, Pedro Dechat ponía en marcha su segundo ciclo como entrenador del Colectivero. Las cuatro derrotas en serie que arrastraba el equipo, que pusieron al Colectivero en el penúltimo puesto de las posiciones y cerca de los promedios, obligaban a cambiar de timón.
Julio Koropeski se acordó de las buenas épocas y convocó nuevamente a Dechat, que sin dudar aceptó el nuevo desafío. Pese al buen cierre de temporada (llegó a la final de Reválida), el equipo redondeó una mala temporada.
Pero entonces llegó la depuración. La limpieza y la renovación de un plantel que nunca estuvo a la altura de las circunstancias, más allá de los técnicos, los sistemas o los planteos.
El arribo de Troche, alguien que siempre le interesó, y el regreso de Tomasini, Del Bono y Mosevich, en ese orden, empezaron a conformar el recambio, que luego siguió con las incorporaciones de Motta, Leandro Martínez, los tucumanos Martínez y Cabrera, Amaya, Ricardone, Zampedri y Nievas Escobar.
Con los refuerzos que pidió a disposición, con tiempo para trabajar e inculcar una idea y con aires renovados, Dechat le fue dando forma a un plantel de jerarquía que no tenía otra alternativa que pelear arriba.
Y los resultados, aunque con algunas lagunas, aparecieron progresivamente. Al igual que el nivel de juego. Por lesiones o suspensiones el técnico no pudo armar en el inicio el equipo que tenía en mente, y en su momento decidió dejar de lado su inalterable 4-4-2 y probar con un más ambicioso 4-3-1-2, con Soto de enlace.
Pero el 1-1 en casa frente a Tiro Federal de Rosario, y la caída en Sunchales ante Libertad, en las primeras dos fechas de este torneo, terminaron por convencer al técnico de que es mejor morir convencido con una idea y no tratar de sobrevivir con otras. Y aunque el mismo Dechat reconoció que “no me caso con ningún sistema”, quedó a la vista que nunca más se divorció del 4-4-2.
Cuando Franco Cabrera se acopló al trabajo de Marczuk en el medio, y la línea defensiva recuperó la rudeza que tanto pedía el DT, la idea quedó solidificada. Arriba Márquez era fija y con el correr de los partidos Martínez se ganó su lugar a fuerza de goles.
Los resultados acompañaban, el equipo mejoraba en confianza y solidez y había una idea de juego. Que podía no gustar, pero que era efectiva. Y como en el fútbol de hoy parece prioridad conseguir resultados positivos, su metodología de trabajo no recibía demasiadas críticas.
Y así se fue forjando el equipo campeón. Que recuperó lo que había mostrado el que ascendió en 2009. Se hizo fuerte en casa (14 victorias, 5 empates y sólo 2 derrotas) y plantó pelea afuera (8 triunfos, 8 empates y 5 caídas), sobre todo en el Undecagonal final, la Reválida y la promoción.
Mejoró considerablemente en el juego defensivo (fue el equipo que menos goles recibió en el torneo) y marcó goles en 31 de los 42 partidos que disputó. Terminó el torneo de manera brillante, con un invicto de 13 partidos.
Los números hablan, a favor y en contra. Y los mejores los tuvo Crucero.
Fuente: territoriodigital.com
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