Nadie discute que el hincha tiene derecho a expresar su disconformidad con el rendimiento del equipo, pero qué le da derecho al hincha a insultar a los jugadores o al técnico. El viernes, más allá que muchos silbaron la actuación del Celeste, lo cierto es que una parcialidad se comportó más como adversarios que amigos.
Hay que ser tonto -por decirlo con cierta altura- para creer que alguien juega mal a propósito. Y los que más insultan son esos muchachos que entran siempre cuando el partido ya empezó y se ubican arriba, sobre uno de los laterales. Para colmo ni pagan la entrada porque alguien se las da gratis, cuando no hacen algo más que “entonarse”, y no precisamente con gaseosa.
Alguien alguna vez les abrió la puerta y por ahí no sabía que el riesgo de crear monstruos es que se vuelven en contra. Ojo con eso.
Fuente: Daniel Villamea, corresponsal en Oberá de El Territorio.
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