“Llevaba mi vida en quinta a fondo y sabía que en algún momento tenía que poner un freno si no quería terminar como muchos otros boxeadores”, reflexionó sereno Diego Silva (26), el ahora ex boxeador obereño que se convirtió al culto evangélico y decidió abandonar una ascendente carrera profesional.
Seguramente muchos, al leer esta nota, se sorprenderán por la decisión que tomó quien fue poseedor de los cinturones de campeón Argentino, Sudamericano y Latino en categoría gallo de la Organización Mundial de Boxeo.
Por su juventud y condiciones, Silva era considerado uno de los mejores proyectos argentinos para acceder al título del mundo. Y el 28 de marzo del año pasado tuvo su primera chance en Tijuana, México, ante el experimentado Fernando Montiel, tres veces campeón mundial en diferentes categorías.
Fue derrota por nocaut en el tercer round y el obereño decidió colgar los guantes, no tanto por la caída misma, sino por cuestiones que venía madurando desde hacía tiempo en su corazón. Atrás quedó una impecable carrera profesional con 29 combates, donde cosechó 24 triunfos (12 por nocaut), sólo dos derrotas y tres empates.
“Después de México me abrí, dije basta. Había tenido algunas diferencias con mi equipo, pero sobre todo venía madurando un cambio adentro mío. Me hice evangélico y no podía seguir boxeando si quería tener a Dios en mi vida”, comentó Silva en diálogo con Más Deportivo.
Sus palabras también traslucieron cierta pesadumbre con relación al entorno que lo rodeó en el profesionalismo, aunque tuvo palabras de elogio para su entrenador Julio García.
Volver a empezar
Más allá de su origen humilde, Diego Silva se crió en un hogar cariñoso y nunca olvidó sus raíces. Mantuvo siempre el contacto con su madre y sus hermanos y en poco tiempo piensa radicarse nuevamente en Oberá.
“Toda la vida tuve un sueño y lo cumplí, pero no lo supe manejar. Tenía todo y no lo podía disfrutar, no era feliz y no sabía por qué”, reconoció.
Del otro lado de la línea telefónica su voz llega clara, convincente. Se nota que está seguro de la decisión tomada y no se reprocha nada, más allá de que algunos amigos insistan con que vuelva al boxeo.
Pero para él no hay vuelta atrás. “Es una decisión tomada y no voy a pelear más. Hay gente que me dice que soy joven y que tengo talento, pero siempre quise ser feliz y con el boxeo no pude”.
Y en esa ansiada búsqueda de la felicidad está hoy. Decidido a recuperar el contacto con su hija, a quien no ve desde hace dos años por problemas con su ex mujer.
Muy reservado de su vida íntima, pero a la vez maduro y concreto, precisó que “lo que más quiero es disfrutar de mi familia y solucionar el problema con mi hija, y algún día poder explicarle por qué me equivoqué y dejé de lado a su mamá por mi carrera”.
Muchas veces se escucha que son los representantes quienes lucran con el esfuerzo de los boxeadores, lo que corroboró el obereño.
“Ellos ven todo en números. Me hacían ver fantasías y sabía que esa vida, en algún momento, me iba a pasar factura. Pero ahora tengo a Dios y estoy feliz”, subrayó.
Alguna vez alguien dijo que el boxeo es la violencia hecha arte, lo que tal vez sirva para decorar la justificación de un deporte tan controvertido y alejado de los valores que quiere Diego Silva para su nueva vida.
Notable carrera
Diego Oscar Silva debutó como profesional el 4 de agosto del año 2004 en Caseros, Buenos Aires, ante Héctor Antonio Bastón, a quien derrotó por nocaut técnico en el segundo asalto.
Cuatro años y medio después se midió con el mexicano Fernando Montiel en la Plaza de Toros de Tijuana por el cinturón vacante gallo de la OMB. El título quedó en poder de Montiel, tras noquear en el tercer asalto al púgil obereño.
Fue el último combate del misionero, que cayó ante un verdadero grande del boxeo, ya que el mexicano consiguió su tercer campeonato mundial en diferentes categorías, puesto que antes fue monarca mosca y supermosca de la Organización Mundial de Boxeo.
Fuente: territoriodigital.com
Comentarios recientes