La familia y el sacrificio de toda circunstancia

Adiós a Otto Pigerl, emblema de Tigre de Santo Pipó

El pueblo y la región acompañaron el cortejo fúnebre (Fotos: Sebastián Velozo, El Territorio)

La comunidad de Santo Pipó perdió ayer a un emblema. Otto Andrés Pigerl, reconocido médico y dirigente deportivo de la localidad falleció a los 90 años víctima del Alzheimer, dejando un enorme vacío en un pueblo que siempre lo tuvo como referente ineludible.
Ciudadano ilustre de Santo Pipó, reconocido por su trayectoria como médico por el Colegio Médico de Misiones y por su trayectoria deportiva en la Liga Posadeña de Fútbol y el Ministerio de Deportes, Don Otto fue velado y despedido ayer por toda su comunidad.

Nacido el 3 de octubre de 1932 en Santa Inés, Garupá, en momentos que su familia residía en el establecimiento de Pedro Núñez, donde su padre, llegado de Alemania, se desempeñaba como ingeniero mecánico, Otto se recibió de médico en 1967 en la Universidad de Buenos Aires (UBA), donde también se graduaron sus hijos Alan y Heno.

No obstante, independientemente de su destacada reputación en el ámbito de la salud, Don Pigerl encontró en el deporte una verdadera vocación que despertó admiración.

La familia y el sacrificio de toda circunstanciaOtto también dejó su huella en la medicina.

No todos tuvieron el enorme privilegio de poder vivirla en primera persona. De poder disfrutarla y sentirla como propia. Pero la historia deportiva de Tigre de Santo Pipó quedará inmortalizada en el tiempo. Sobre todo para aquellos que fueron testigos directos de aquel equipo que dejó una innegable huella en el pueblo en particular, pero en la provincia en general.

Llegaba a su fin el siglo XX y el Felino piposeño -cuya humilde cancha se enclava donde la selva misionera se empieza a rendir ante los avances de la civilización- comenzaba a escribir una historia que sólo Horacio Quiroga hubiera podido contar con lujo de detalles.

Ese Tigre, integrado sólo por futbolistas de la tierra colorada, más que club, era una familia. Pero una familia que semana a semana, y durante diez meses, hizo feliz a otras miles de familias misioneras.

Pero aquel equipo no nació de la noche a la mañana. Porque Tigre irrumpió en la escena deportiva en el año 1977, en la Liga de San Ignacio, en la que conquistó cinco títulos en menos de diez años.

La familia Pigerl -con Don Otto y doña Irma a la cabeza- buscó una exigencia mayor y en 1987 decidió incursionar en una más competitiva Liga Posadeña de fútbol. Jugó un año en la B y ascendió en 1988 y un año más tarde sorprendió a todos siendo campeón en la A.

A partir de ahí, germinó un equipo que iba a dejar su marca. Tigre ganó cada uno de los torneos -locales y provinciales- que se jugaron entre 1988 y 1998, y en menos de una década conquistó la impresionante cifra de 21 títulos, un enorme registro que difícilmente pueda igualarse alguna vez.

Prácticamente sin apoyo, animados más que nada por el hambre de gloria, aquellos guerreros se lanzaron a su primera experiencia nacional en 1998. Festejaron un par de triunfos en el extinto Argentino B, pero rápidamente chocaron con la realidad y volvieron al Pueblito cabizbajos. Querían revancha. Merecían revancha.

Casi desde el amateurismo ancestral, pero motivado por una familia que vivía del, para y por el fútbol, en 1999 Tigre -casi inconscientemente- hizo delirar a Misiones como pocas veces la provincia lo había hecho por la pasión que genera una pelota.

El Felino, que en ese entonces encontró en la firma Rosamonte a su principal sustento económico, se apoyó en la misma base más un par de refuerzos locales.

Los hermanos Alan, Dante y Heno Pigerl, Roberto Geck, Carlos Gauto, Carlos ‘Semilla’ Lezcano, Miguel ‘Nandi’ Lezcano, José Luis ‘Joselín’ Cubillas, Marcos Barrios, Fabián ‘Tupa’ Romero, Carlos ‘Lalo’ Cubillas, Fabián Ponce, Ariel Martínez, Roberto Müller, Carlos ‘Hijo del Viento’ Vicente, Luis ‘Luchi’ Quiroga, Javier Castillo y Marcos Fretes fueron algunos de los nombres de aquel Tigre que, con una clara y agresiva línea de juego, hacía de la cancha de Guaraní una verdadera fiesta cada vez que el equipo hacía de local.

“Me acuerdo que hacía alrededor de 100 milanesas para que cada uno tenga su sándwich en el viaje, Otto lustraba los botines, lavaba las camisetas y hasta les ponía suavizante; todos nos ayudábamos y realmente éramos una familia”, recuerda Doña Irma, la madre del plantel.

Ese Tigre sorteó innumerables obstáculos e instancias hasta llegar al cuadrangular final, recorrió más de 25.000 kilómetros, jugó 34 partidos (22 triunfos, cinco empates y siete derrotas) a lo largo de diez meses y quedó a sólo dos puntos del ascenso al torneo Argentino A.

En esa época, donde era natural ganar de local y lógico perder como visitante, a Tigre se le escapó el sueño en aquel recordado 3-3 como local ante Liniers de Bahía Blanca, que a la postre ascendió junto a Chacras de Coria (Mendoza). Otto Pigerl fue mucho más que el emblema de aquel recordado Tigre forjado con sangre misionera. De ese equipo que contagió fervor y admiración y que durante casi un año estuvo al servicio de una pasión.

Repercusiones

Por supuesto que las repercusiones no se hicieron esperar en el ambiente del fútbol y muchos quisieron dejar su mensaje en diálogo con El Territorio.

Uno de ellos fue Carlos Vicente, goleador de aquel Tigre recordado por todos. “Estábamos al tanto de su salud. Es una tristeza enorme”, dijo.

“Otto marcó mi carrera como futbolista. Tenía 18 años cuando me llevó a Tigre y afrontamos el Argentino B como una familia. Sin dudas me dio chapa para darle el salto de calidad enorme que necesitaba”, remarcó Vicente, quien también lo describió en dos palabras: familia y pasión.

“En los viajes con el plantel nos daba la posibilidad de hacerlo con nuestras familias, lo que hacía en su hogar lo trasladaba al plantel. Recuerdo que no estábamos económicamente bien para recorrer lugares como Mar del Plata y parar en hoteles lindos, pero ellos (por la dirigencia de Tigre) bancaban todo”.

La familia y el sacrificio de toda circunstanciaSin dudas Otto deja una marca imborrable en el fútbol misionero.

“Fue una persona amable, buena y apasionada con los objetivos deportivos. Nos enseñaba con el ejemplo… uno de grande se da cuenta lo inmenso que fue”.

Para cerrar Vicente recordó una anécdota: “Una vez jugaba para Brown y empatamos el partido ante Tigre sobre el final porque le hice falta al arquero, lo empujé para que no agarre la pelota. Entonces el doctor se acercó y me dijo a los gritos ‘eso no te lo enseñamos’”. Fue una picardía que no le gustó para nada.La familia y el sacrificio por delante de toda circunstancia

“Tenía ojo clínico”

Otro de los históricos de Tigre es Fabián Ponce, hoy entrenador, quien lo destacó como “uno de los últimos buenos y grandes dirigentes deportivos de Misiones”.

“Estaba en todos lados, en todos los detalles. Tenía ojo clínico para los jugadores que podían rendirle”.

“La campaña del 99/2000 fue gloriosa. Se formó una gran familia que aún hoy día está comunicada. Roberto Geck, José Allou, Javier Castillo, José Luis Cubillas, Dante, Heno, Alan…todos”, remarcó el ex volante.

Fuente: Gustavo Hollman, El Territorio.

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