El lema de Barcelona es “Más que un club” (Més que un club, en catalán). El Barsa fue, en tiempos de la dura dictadura franquista de España, un símbolo de resistencia en Catalunya. Solamente allí, los catalanes podían hablar su idioma. Pero no hay que ir tan lejos. Aquí en Misiones hay muchos y muy variados ejemplos de clubes que son, gracias a sus socios, lugares de refugio para chicos y chicas. También para grandes, por supuesto.
Son la chance de jugar a la pelota, al básquet, al rugby, al deporte que sea o también tener un lugar en el cual discutir de política, de arte, de la cultura, de hacer amigos. Si hasta fueron vacunatorios durante la pandemia y algunos, como el club Huracán de Posadas, se llenaron de camas por si había que albergar a los contagiados de Covid-19.
Los clubes tienen en Argentina un sentido de pertenencia muy grande para quienes los forman y les dan vida. Son, para muchos, la salida a situaciones difíciles del día a día en la casa.
En tiempos en los que todo se suele medir en pesos, en dólares, en acciones, en ventas y compras, los clubes aparecen como una resistencia. No es que no tengan valor, al contrario, sus valores se inscriben en otros registros, no en los de mercado.
Cómo le explicás al mercado que en medio de plantaciones de yerba hay una cancha de fútbol. Para el mercado habría que sacar la cancha, plantar más yerba y venderla al exterior. Generar dólares y ganancias.
Para fortuna del deporte y, sobre todo, del fútbol, la familia Álvez arrancó con un sueño que se materializó en el club social y deportivo Puerto Argentino en San Pedro. Tienen a 150 chicos jugando en las inferiores.
“Muchas veces vemos con enorme tristeza e indignación a chicos de 12 o 13 años con problemas de adicción. Considero que este tipo de espacios que tengo la oportunidad de llevar adelante ayudan a que tengan una meta, un sueño y no piensen en ir por ese lado”, señaló Ruli Álvez, presidente de Puerto Argentino.
Cómo le explicás al mercado que los socios de Atlético Oberá decidieron recuperar su predio luego de que un presidente corrupto vendiera el estadio a espaldas de la comisión directiva. Que tuvieron que peregrinar por la Justicia durante diez años para recuperar lo que era suyo. Que hoy, a casi 20 años de aquel intento de venta fraudulento, son 400 los pibes y pibas que le dan vida al Decano obereño, el primer club de la Capital del Monte.
Cómo le explicás al mercado el sentido de pertenencia que tiene Alicia Valenzuela con Aguará de Jardín América. Una mujer que llevó a una de sus hijas a jugar al rugby y no se fue más del club. “Yo amasé fideos para vender y juntar dinero”, contó orgullosa. Eso es el sentido de pertenencia y el amor a un club.
En tiempos en los que desde el gobierno nacional con Javier Milei a la cabeza, pero con Mauricio Macri muy interesado en las sociedades anónimas deportivas (SAD) para habilitar la compra y venta de los clubes, de los poderosos claro, la resistencia aparece en el barrio.
El club posadeño 1° de Mayo es un fiel ejemplo del esfuerzo mancomunado por salir adelante y progresar. El proyecto de sede y salón comunitario nació hace poco más de diez años debido a la necesidad de los vecinos por contar con un club social y deportivo.
Gracias al movimiento de la comisión barrial se lograron las garantías suficientes para la personería jurídica, por lo que el sueño se hizo realidad con el salón de usos múltiples (SUM), frente a la canchita de fútbol, donde se llevan adelante las actividades sociales como el merendero y el club de abuelos ‘Amar la Vida’.
También en el barrio Caballeriza de Oberá hay un claro ejemplo. La escuela de fútbol Deportivo Caballeriza contiene a chicos y chicas de 5 a 14 años.
Armaron una cancha en una plaza y tienen una pelota para 50. No importa, lo realmente valorable es la contención que significa la escuelita de Emiliano López para los pibes y las pibas y también para muchas familias.
En tiempos en los que algunos pocos quieren quedarse con mucho. En tiempos en los que parece que sólo lo individual importa, los clubes, a través de sus socios, son un ejemplo de que lo colectivo es la clave para mantener a flote muchos valores y espacios no sólo para desarrollar a los más jóvenes en lo deportivo, sino generar una función social.
Los socios son los dueños de los clubes y en este informe abren las puertas de uno de sus tesoros más preciados, a los espacios que generaron y que son, para muchos, su lugar en el mundo.
Fuente: Diego Vain, El Territorio.
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