Tanta expectativa para tan poco fútbol. La pelota «rodó» sólo durante nueve minutos en la Bombonera porque el diluvió que azota a la Capital Federal obligó a la suspensión del clásico entre Boca y River, que fue reprogramado para este miércoles 24 por la tarde. El apostoleño Matías Giménez debutó como titular en la formación xeneize.
Ya antes del partido había dudas sobre su normal desarrollo, pero Héctor Baldassi decidió comenzar el juego y evaluar durante los primeros minutos cómo respondía el campo. Como la tormenta no menguó, el árbitro decidió interrumpir el superclásico luego de evidenciar sobradas muestras de que así no se podía seguir.
Durante el mini-partido no hubo situaciones de gol, los arqueros prácticamente no tuvieron contacto con el balón y hubo varias entradas a destiempo a consecuencia del campo resbaloso.
«Por respeto a los que vinieron de lejos y por toda la expectativa que había quise ver si la cancha respondía, por eso empecé el partido aunque había mucha agua. En el campito a todos nos gusta jugar con la cancha así, pero en el tiempo de partido vimos que así era imposible jugar al fútbol profesional», destacó Baldassi tras la suspensión.
La previa
Las tijeras podrían perder su filo de tanto cortar tela si se tratara de hablar de las urgencias deportivas de un Boca sumergido en mares profundos y de un River cuyo presente es disímil, pero no hasta el punto de chapotear alegre con el agua en los tobillos, porque esto sería poco.
Pero el evento, por el peso específico de su historia, trae consigo a aquel hombrecito silbador montado en bicicleta que, con una piedra cíclica, recomponía -en una no muy lejana antigüedad- el utensilio cortante para volver a utilizarlo. Es hora de un nuevo superclásico entre Boca y River, un partido sin fecha de vencimiento en el cual la necesidad de uno y otro es la gran protagonista.
La cita será esta tarde a las 15, en una Bombonera repleta e impaciente por el ausente positivismo de los resultados. Sólo un triunfo en nueve partidos tiene sabor a poco si los cubiertos tienen el escudo azul y amarillo.
Enfrente, una no menos inquieta -aunque mínima por herencia dirigencial- parcialidad visitante también pedirá lo mismo, ganar, para cargar con más lastre al clásico rival, fantasear con un futuro mejor y comenzar a dejar atrás los espectros de una eventual lucha por la permanencia.
Fue una semana previa de “te quiero dejar último” (esto no podrá ocurrir por la derrota del viernes por la noche de Atlético Tucumán) y “en los superclásicos me va bien”. Es verdad que estuvieron lejos de aquellos filosos cruces entre Ramón Díaz y Mauricio Macri, pero al menos las frases sirvieron para salpimentar un clásico en el que habrá lugar importante para “históricos” de ambos frentes e incógnitas a develar.
En el primer grupo ingresan Martín Palermo, Juan Román Riquelme, los regresados Hugo Ibarra y Marcelo Gallardo, y Matías Almeyda. Mientras tanto, Ariel Ortega lo verá por televisión.
En el segundo lote, el apostoleño Matías Giménez (debutante absoluto), el sorpresivo regreso de Cabral y quienes harán su estreno en un clásico como el brasileño Luiz Alberto, Alexis Ferrero, Juan Manuel Díaz, Rodrigo Rojas, Rogelio Funes Mori y Gustavo Canales.
Siempre el que viene peor da el batacazo, reza la máxima. Pero hete aquí que no es un presente de maravillas para ninguno, por lo cual suponer o pronosticar un resultado (más allá de las dificultades azarosas que esa empresa propone) resulta, como poco, muy difícil.
Lo concreto es que aquí estará en juego mucho más que los tres puntos que otorga el triunfo o el regocijo al ego que supone ganarle al clásico rival. Es que en La Boca no son pocos los que dicen que Abel Alves podría irse en caso de una derrota estrepitosa (y no tanto). Y por Núñez ven a esta como la última oportunidad de sentar cabeza y enfocar la mira hacia arriba.
Urgencias, apremios lógicos de presentes sin rumbos precisos y una realidad que no se condice con las historias. Una nueva edición, esta vez con cara de necesidad, de un superclásico que siempre promete.
Una historia de larga data y más de 300 capítulos
Boca y River se enfrentaron por primera vez el 2 de agosto de 1908, en forma amistosa, y se impuso el primero por 2-1 en su cancha de la Isla Demarchi, detrás de las carboneras Wilson.
El primer partido oficial se jugó el 24 de agosto de 1913 y River, de visitante, ganó 2-1 en la cancha de Racing, con goles de Cándido García y Antonio Ameal Pereyra para el vencedor y de Marcos Meyer para el vencido.
En las ligas locales, en la era amateur, jugaron 11 partidos. Boca ganó 5 (19 goles), River 4 (11) e igualaron dos veces.
En tanto, en el ciclo profesional se disputaron 185 partidos oficiales por torneos locales, con 67 triunfos xeneizes (255 goles), 61 victorias millonarias (244 goles) y 57 empates.
River ganó una definición por penales y a Boca se le dio por ganado un partido en el que River se retiró disconforme con el juez.
En certámenes internacionales también hay supremacía azul y oro, con diez triunfos en 24 partidos (29 goles) contra 6 del Millonario y 8 igualdades.
En total, contabilizando copas locales oficiales y no oficiales y partidos amistosos, jugaron 332 partidos. Boca ganó 124 (452 goles), River 107 (415 goles y empataron 101 veces.
Debuta el «Chueco»
Los dos técnicos presentan antecedentes como jugadores en el superclásico, pero será la primera aparición de Alves como entrenador, rubro en el cual Astrada ya tiene trayectoria.
Como futbolista, Alves tiene una estadística equilibrada: jugó cinco, con dos victorias, un empate y una derrota.
En tanto, Astrada registra un historial negativo como jugador (participó en 24 ediciones, ganó cinco veces, empató nueve y cayó en once) y el balance es parejo en la función de técnico, con seis partidos en los que cosechó tantos triunfos como empates y derrotas, dos.
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