Franco: “Jugar con Maradona fue algo único”

Franco: “Jugar con Maradona fue algo único”

Tres palabras bastan para revolucionar a todo el pueblo futbolero. En un país, en un club del sur de la Italia pobre, en Rosario, en La Boca o, ahora, en La Plata. Esas tres palabras son un conjuro, un hechizo. Es volver a ese pasado perfecto -diría Eduardo Sacheri en “Me van a tener que disculpar”, mitológico cuento futbolero- que retrotrae a un triunfo épico, a ese día en el que su magia borró al menos por algunos minutos la frontera entre el rico y el pobre, el del sur y el del norte, el chico y el grande. No hubo ni el yo ni el otro. Aquel día fuimos todos.

¿Cómo medir lo que significa Diego Armando Maradona para la patria futbolera? En los archivos hay desde documentales de su vida y su carrera, hasta entrevistas a personas que viajaron hasta Oriente Medio para no marcharse de este mundo sin una foto junto al ídolo.

Pues bien, el misionero Héctor Manuel Franco (45) se lamenta hasta hoy por no tener esa foto. Y vaya si tuvo chances. Pero en la balanza, la verdad, poco importa. “Polaco” fue un privilegiado: entre 1995 y 1996 cumplió su sueño de entrenar y jugar en la Primera de Boca Juniors. Y no sólo eso: el destino lo puso allí, en el vestuario xeneize, junto a Maradona como compañero del día a día.

“Jugar con Maradona fue algo único. Diego fue lo mejor que vi en una cancha. Un monstruo”, afirma Franco ante El Deportivo, que lo buscó para recordar juntos aquellos años en La Boca, plagados de anécdotas que bien podrían justificar un libro, como el día del debut ante Independiente y la arenga del “Beto” Márcico, las charlas con Menotti como entrenador, los superclásicos de verano ante Enzo Francescoli o el insólito apodo que el propio Diego le puso al mediocampista posadeño, uno de los pocos jugadores misioneros que se dio ese gusto. Imperdible.

Franco: “Jugar con Maradona fue algo único”

En familia. Héctor, junto a Ignacio y Helena, los herederos del “Polaco”.

 

Polaco, ¿cómo llegaste a Boca?
Yo vivía en Santa Inés, porque mi viejo trabajaba con la yerba en la estancia de los Núñez. Y un día se organizó un amistoso entre el equipo del barrio y Huracán de Posadas. Ahí me vieron y “Yusta” Holz me llevó a las inferiores del Globo. Yo tendría unos 12 años. Pasó un tiempo y ahí en el club fue que en febrero de 1992 Guzmán Romero nos lleva a probarnos a Boca, a mí, Lucas Defilippi y René Manzur. Imaginate la época que Lucas y yo fuimos a Buenos Aires en tren, un viaje de más de 24 horas.

¿Fue difícil la prueba?
Fue increíble. Un martes a la mañana fuimos al predio de La Candela y a la tarde ya me estaban diciendo que había quedado. Tenía 17 años. Recuerdo que a la tarde estábamos merendando y pasa Silvio Marzolini, que era director general de inferiores. “¿Y usted qué hace acá?”, me dice. Yo no entendía nada. “Usted tiene que conseguir un tutor e ir a la cancha de Boca para firmar”. No lo podía creer. Fue una locura.

No tardaste en llegar a Primera…
Fue increíble, algo tremendo. Empecé en quinta y menos de dos años después ya entrenaba con la Primera, con Menotti como DT. De eso, siempre recuerdo un entrenamiento en La Bombonera, hicimos fútbol y, después, Menotti me llamó, me abrazó y empezamos a caminar. “Tenés que tomarte tu tiempo, hacer una pausa”, me aconsejaba, por una jugada que había hecho en el partido y en la que me había apurado. En el momento no me daba cuenta, pero me lo estaba diciendo uno de los dos entrenadores campeones del mundo con Argentina. Ahí, en el día a día, no tomás la dimensión de todo eso.

¿Qué recordás del debut?
Estaba acá, de vacaciones, y me llaman en los primeros días de enero. “Tenés que estar el 12 en La Bombonera porque te vas de pretemporada a Mar del Plata con el plantel profesional”, me dicen. Fue increíble. Era 1995. En ese plantel estaban el “Beto” Márcico”, el “Colo” Mac Allister, el “Manteca” Martínez, el “Polilla” Da Silva, el “Mono” Navarro Montoya, el “Toro” Acuña, Alphonse Tchami… No lo podía creer. Y entrar a ese vestuario fue espectacular. Mi debut fue contra Independiente. Márcico era capitán. “Quiero que todos le demos un aplauso al Polaco… Vos jugá tranquilo, como si fuera un entrenamiento, que acá los responsables somos nosotros. Entrá y divertite”, me dijo el “Beto”. Yo jugué de cinco en ese partido y atrás mío, de seis, estaba Mac Allister… “Dale Polaco, dale, hoy tenés que ser figura”, me gritó durante todo el partido. Así se manejaban los más grandes, te ponían los puntos si tenían que hacerlo, pero te apoyaban y te sacaban toda la presión…

¿A quién enfrentaste en ese partido?
Jugué contra Burruchaga o Garnero, que era enganche y a quien tuve que marcar. Ganamos 5-0. Yo tengo un hermano que es hincha del Rojo y me había pedido una camiseta. Terminó el partido y se la pedí al “Burru”, pero estaban recalientes por el resultado.

¿Es cierto que La Bombonera se mueve?
Es como se dice. Cuando se ponen a cantar todos, es algo impresionante, te puedo asegurar que vos estás a tres metros de tu compañero, le gritás y no te escucha. Como se dice, ahí la gente es un jugador más.

Ese año Boca fue campeón del verano y te tocó jugar un Superclásico contra River… ¿se te erizó la piel?
En ese momento no, porque tenés el apoyo de todos los más grandes. Estuve tranquilo hasta eso de los 20 o 25 minutos de partido, que me acuerdo que di mal una pelota y ahí como que me empecé a contener un poco. Ese fue mi debut no oficial, porque era un amistoso, en Mendoza, pero se jugaba a muerte igual. Ahí pude jugar contra Francescoli, Astrada, el “Burrito” Ortega. Del Enzo, te digo, se notaba que era diferente.

Ya entramos en clima, así que hablemos de Maradona… ¿qué pasó cuando te enteraste que ibas a compartir equipo con Diego?
Yo soy maradoniano, me crié viendo a Diego en el Mundial de México. Y cuando me enteré que venía fue increíble, una expectativa tremenda. Ese día entrenábamos en el Hindú Club. Llegamos y afuera era un mundo de periodistas, con camioncitos de exteriores y todo. Nosotros no sabíamos que Diego iba a ir a ese entrenamiento. Empezamos con la práctica y, en pleno trabajo, aparece Maradona. Y fijate vos que, de casualidad, estábamos en una cancha con alambrado perimetral, entonces Diego pega toda la vuelta y le toca entrar justo donde yo estaba parado, entonces el primero al que saluda es a mí. “¡¿Qué hacés, Schuster?!”, me dice (N.de R: Polaco se ríe al recordar ese momento en el que Diego, por su cabellera rubia, lo apoda con el apellido del alemán Bernd Schuster, su excompañero en el Barcelona de España). Y ahí va y se pone a hablar con Marzolini. Recién en la temporada siguiente se suma al plantel.

¿Cómo fue entrenar con Diego?
Bueno, cuando él llega, Marzolini me explica que a Boca volvían Giunta, Peralta y Mancuso, y que tenía que mandarme a préstamo. Le dije que me diera una oportunidad, pero no tenía lugar en el plantel de Primera. Así que me fui a préstamo a Quilmes. Estuve ahí menos de un año y volví en diciembre. Elecciones en Boca, gana Mauricio Macri y asume Bilardo. En enero del 96 me llaman, porque ahí todos los que habíamos salido a préstamo teníamos que volver a Boca. Y ahí, por fin, coincidí con Maradona. Eso fue una cosa tremenda. El primer día llego al vestuario, me estoy cambiando y entra Diego. Se sube a una camilla para que le hagan masajes y me dice…. “¿Y Schuster? ¿Cómo va? ¿Cómo te fue en Quilmes?” Y él ni me conocía. Eso me sorprendió y creo que habla bien de él. Y a la hora de jugar, era tremendo. Jugaba así con los botines desatados, pero como si fuera algo normal. Y a mí me tocaba marcarlo en las prácticas. Era increíble. Miraba para allá y te ponía una pelota acá. O enganchaba y pasabas de largo. Fue lo mejor que vi en una cancha, lo mejor a lo que me enfrenté, sin ningún tipo de dudas…

¿Qué anécdota recordás de Maradona?
Hay una que lo pinta sobre cómo era como líder. En esa época, por decir un número, se pagaban cuatro mil pesos o dólares a cada jugador si el equipo iba puntero. Y eso se duplicaba en caso de ganar un clásico. Y vino Macri y quiso bajar eso a dos mil. Entonces, en plena pretemporada, hubo una reunión entre algunos dirigentes, sin Macri, y los jugadores. Como Maradona hacía la parte física con su profesor, ese día estaba en Punta del Este, en Uruguay, pero fijate vos… viajó a Buenos Aires sólo para estar en esa charla. Ahí empezaron Pompilio, Digón y otros dirigentes a explicar cómo iba a ser el tema. Y salta Maradona: “Por qué no cierran el orto ustedes, acá los principales protagonistas son los jugadores…” y empezó con todo el Diego. Se armó una discusión enorme y los dirigentes no sabían cómo pararlo. Por eso es que los jugadores lo amaban al Diego, porque vino desde Uruguay sin necesidad, él ya estaba hecho, pero vino para bancar y defender a los jugadores. Me acuerdo que los dirigentes no sabían dónde meterse. Y al final, el premio quedó en 3 mil. Un monstruo el Diego.

Sin dudas, todo un referente…
Sí. Y te cuento otra. Antes del Torneo de Verano del 96 nos separaron a los que no íbamos a viajar a Mendoza y Mar del Plata. Entrenábamos en el Parque Sarmiento con Trellez, Cabañas, el “Colo” Faría, Márcico y otros. Éramos como diez u once. Vuelve el plantel y empezamos a hacer fútbol con ellos dos veces por semana. Y Bilardo, que era DT, siempre en los entrenamientos dejaba que pongan fuerte los titulares, es decir, a ellos no les cobraba foul ni nada. Y en plena práctica, Roberto Cabañas empezó a los codazos con Giunta, imaginate, repicante. Y los suplentes le pedíamos a Bilardo que cobrara las faltas. Pura discusión y gritos hasta que salta el Diego: “¿Pero y ustedes qué quieren? Cierren la boca que vienen a colaborar acá…” y va puteada tras puteada. Y ahí, en La Bombonera, era un silencio total. Había un respeto muy grande por Maradona.

¿Alguna otra en el tintero?
Hay una imperdible. Yo estaba en Quilmes y una noche fuimos con unos amigos de acá, de Misiones, a un boliche. Y en un momento vemos que cierran el lugar porque venía Maradona. Entonces mis amigos me empiezan a decir, “che, llevale unas camisetas o algo para que firme”… Yo no quería mucho porque no me gusta chapear, pero tanto me insisten que voy. Estaban Diego, “La Bruja” Verón, Copolla, creo que el “Kily” González también. Voy y el de seguridad no me deja pasar, entonces uno de mis amigos le dice al guardia “decile que está Schuster acá”. Cuando le dicen, Diego nos deja entrar. Un frío afuera y todos mis amigos ahí, sin remeras ni camisas, para que las firme el Diego. Ese día Boca le había ganado un clásico a River, así que era un jolgorio terrible. Diego me decía “Schuster, quedate…”. Se acordaba de mí, me había reconocido. Un crack.

¿Alguna anécdota con Bilardo?
Bilardo era muy recto. Un día estaba armando el equipo titular para una práctica. Yo estaba en el banco sentado con Giunta, que era todo un tema, terrible, te hacía matar de la risa. Y con Bilardo vos no podías estar ni con las manos cruzadas, ni con las manos en la cintura, siempre con la camiseta dentro del pantalón, medias a la rodilla. No podías ni tomar agua que te sacaba. Y bueno, por ahí me llama para darme la pechera y yo me doy vuelta riéndome… Y ve eso y me dice “no, no, esperá, dame”. Y me dejó afuera del entrenamiento. No podía ni sentarme en el pasto.

¿Por qué te fuiste de Boca?
Era muy difícil tener un lugar en ese equipo, estaba lleno de figuras. Y yo quería jugar. Recuerdo que fui a hablar con Pompilio, que era vice de Boca, y le dije que necesitaba jugar. Le conté de la posibilidad de ir a Banfield, pero si no había plata, no quería saber nada. La cuestión es que me quedo en la reserva de Boca y, el primer partido, en cancha de Vélez, me fracturo el peroné. Tenía la posibilidad de estirar la recuperación y firmar con Boca por un año más, pero yo quería jugar. Ahora lo pienso y creo que fue un gran error, pero son esas cosas que uno hace de chico. Me fui a Atlanta, a la B Nacional. Estuve medio año y surgió una posibilidad de ir a jugar a los Estados Unidos, al New England Revolution de Boston. Estaba todo arreglado pero, justo antes de viajar, me lesiono de vuelta…

Ufff, un golpe muy duro…
Sí. Ahí dejé de jugar dos años y medio. Y me volví a Misiones. En 1999 me consiguieron hacer la pretemporada con Nueva Chicago. La hice completa y ahí me salió una buena oferta de Godoy Cruz de Mendoza, donde tuve un buen año en la B Nacional. De ahí me fui a Brown de Arrecifes y después volví a Posadas. Llegué con la idea de no jugar más, pero de la mano de Horacio Bongiovanni surgió lo de Guaraní. Después me fui a Candelaria, estuve siete años, después a Crucero del Norte en el Argentino A. Luego a Rosamonte. Y después me invitan a jugar el Argentino B con Brown. Mi último partido oficial fue con esa camiseta, en cancha de Guaraní, contra River Plate de Embarcación, Salta. Fue por la permanencia. Ganamos y ahí decidí retirarme.

¿Extrañás jugar al fútbol?
La verdad es que no. Pasé muchas cosas muy lindas, pero terminé saturado. Hoy me dedico al traslado de chicos con capacidades diferentes, trabajo con las obras sociales. Uno aprende mucho de eso. Y tengo también la posibilidad de disfrutar de mi familia, de Helena (10) e Ignacio (8), mis hijos. Cuando jugás al fútbol no tenés fines de semana, ni feriados. Hoy disfruto de todo eso.

¿Sos hincha de Guaraní?
Sí, soy hincha de La Franja. Mi viejo era hincha y veníamos los fines de semana desde Santa Inés para verlo jugar en los viejos nacionales. Estábamos acá como tres horas antes. Estábamos en aquella tribuna, todavía de tablones, y te daba el sol de frente… Te mataba (se ríe Franco, con nostalgia). Soy hincha de Guaraní y de Boca. Siempre digo que fui un afortunado, porque pude debutar en La Bombonera, con mi viejo en la tribuna. Fue un sueño.

¿Y la foto con Maradona?
No tengo la foto con Maradona, esa es una de las cosas de las que hoy me arrepiento. En aquel momento, uno no tenía noción. El estar todos los días con él, como que no te das cuenta. Después, con el tiempo, caí en que no tengo una foto con el Diego, con el mejor jugador del mundo. Y me arrepiento, pero bueno…

¿Qué se siente haber sido compañero de equipo del Diego?
Jugar con Maradona fue algo único. El solo hecho de entrenar con él, compartir equipo, vestuario, es algo inolvidable. Diego es mágico, es único.

Hoy, con 45 años, ¿cómo define Héctor “Polaco” Franco al fútbol?
El fútbol, en su momento, fue todo para mí, una gran pasión. Te enseña muchísimos valores, tanto a nivel grupal como individual. Te obliga siempre a superarte, a no bajar los brazos. Y eso te queda para siempre. Ahora ya estoy en otro momento, pero todo lo que viví con el fútbol fue único y me queda para el resto de mi vida.

Fuente: Primera Edición.

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