A fines de febrero de 2022 estalló el conflicto bélico entre Ucrania y Rusia. Pasó casi un año desde el inicio de aquel acontecimiento y, desde entonces, se conocieron miles de historias. Y una de ellas es la que tiene como protagonista a un futbolista misionero, que hoy día vive de una manera muy diferente a la que conocía en la ciudad de Lviv, más conocida en español como Leópolis.
Estamos hablando de Fabricio Alvarenga, de 26 años, nacido en Puerto Rico. El delantero llegó a Ucrania desde Deportivo Morón, con el pase en su poder, cedido por Vélez, en el que se formó desde la séptima división hasta asomar en la primera con Miguel Ángel Russo.
La vida, hasta el día que se produjo la ocupación, cambió. Para Alvarenga y su familia significó un tiempo de adaptación y de fortaleza para superar diferentes obstáculos que van desde tener que abandonar el país de manera urgente, quedar como refugiados en Polonia y todo esto teniéndolo a él atravesando una dura lesión de rotura de ligamentos.
En una nota con el diario La Nación, el futbolista contó cómo vivió esos complicados días, como lidió con la recuperación, su vuelta a Sudamérica, la decisión de regresar a Ucrania y convivir con las constantes sirenas que dan avisos de los bombardeos.
La entrada de los tanques y la artillería rusa coincidió con un momento especial de Alvarenga: “Me rompí los ligamentos de la rodilla derecha en la pretemporada en febrero pasado, en Turquía, fue bastante difícil. Volví a Ucrania y a la semana tuvimos la invasión rusa. Cuando estalló la guerra, con mi familia (la esposa Aline y la hija Manuela) nos evacuamos a Polonia, a una ciudad a 80 kilómetros de Lviv, donde estuvimos casi un mes. Fuimos a un hotel, que terminó siendo un lugar para refugiados. Una locura, yo con los ligamentos rotos. Fue la parte más difícil de todo lo que pasé. Por suerte tuve el soporte del club, soy un agradecido. También los polacos fueron muy solidarios. Los médicos agilizaron todo para que me operaran en Polonia, el club se hizo cargo”.
Evacuado y operado
El escenario había cambiado por completo. “Fue duro. La mayoría de mis compañeros salieron de acá y consiguieron otros clubes. Yo, estando lesionado, no me iba a contratar nadie. Se me hicieron muy complicados esos meses. Durísimo, pero la sacamos adelante. Gracias a Dios ya estoy bien, me recuperé y terminé el 2022 jugando varios partidos”, sostuvo.
Otra movilización
La recuperación de la lesión obligó a otro movimiento: “Después venía la rehabilitación; no sabíamos si la iba a hacer en Polonia, Brasil o Ucrania. Estaba todo medio confuso, hasta que terminé en Brasil. Hice la rehabilitación en Curitiba, donde había jugado, además mi esposa es brasileña. Me quedé casi seis meses. Cuando el campeonato se reanudó en agosto, el club me hizo volver”.
Miedo y la decisión de volver
“Tuve miedo cuando comenzó todo. Después vino la evacuación a Polonia y el viaje a Brasil. Cuando volvimos a Ucrania sabíamos adónde íbamos, pero lo hicimos para quedarnos, aceptamos lo que venía. Mi esposa me apoyó, no me planteó la opción de irnos. Siempre mantengo contacto con mi mamá y mi abuela, que viven en Misiones; ellas se preocupan, pero yo les digo que se queden tranquilas, que estamos bien. Yo tengo contrato con el club (le queda un año y medio), que se portó muy bien conmigo” contó.
Vuelta a casa
“Sigo viviendo en el mismo departamento. Nuestras cosas siempre estuvieron ahí. Dentro de todo, la ciudad es tranquila, aunque mientras nosotros estuvimos en Brasil hubo algunos ataques, pero desde que volví no escuché explosiones de bombas. Igual, hay que estar atentos a las alertas de sirenas para quedarse en casa o ir a algún refugio. Cuando regresamos desde Brasil, al principio nos resultaba extraño, nunca habíamos vivido algo así. Con los días, uno se acostumbra”, describió.
Un fútbol raro
“Jugué un par de partidos que se interrumpieron cuando suena la sirena. El protocolo indica que cuando suena la sirena hay que ir al búnker que se construyó en la mayoría de los estadios. Hay que esperar la alerta verde, entonces se vuelve a salir al campo para hacer el calentamiento y seguir el partido. Hubo un partido que se paró por la sirena, volvimos a salir, a los 10 minutos se volvió a tocar la sirena, otra vez al búnker y al rato de vuelta a la cancha. El partido empezó a las 3 de la tarde y terminó como a las 7, 8”, recordó.
¿Cómo es la vida ahora?
“Por los ataques a los centros de energía, en muchas ciudades no hay electricidad. Entonces lo que hicieron fue racionalizar la electricidad para que todos tengan el servicio, aunque no sea durante todo el día. Por ejemplo, durante la semana, te avisan de los cortes de luz de tal a tal horario, y la hora en que vuelve. Se hace de lunes a lunes, hay cambios de horarios, pero se cumplen estrictamente estos horarios de corte y reanudación. Con la guerra, subieron los precios, hay algo de inflación, no tanto como en Argentina”, expresó entre risas.
El mundial desde Ucrania
Tantos años fuera de la Argentina, el Mundial de Qatar terminó siendo la conexión más directa para Alvarenga: “Lo vi acá, no lo podía creer. Qué manera de sufrir. Vi partidos con un grupo de argentinos, hasta con un amigo ecuatoriano. Tenía unas ganas estar en la Argentina. Fue una sensación rara, pero muy feliz al final”.
Fuente: Primera Edición.
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