Para ser catalogado de ídolo no alcanza con estar en la cumbre de un torneo, ganar un certamen importante, tener unos cuántos millones en la cuenta bancaria o representar a un país.
Ganarse el corazón, el amor y la simpatía de la gente requiere cosas mucho más profundas. Y a veces, no están directamente relacionadas con una actuación deportiva.
El fiel reflejo de un deportista que, sin estar en los primeros planos de los medios nacionales e internacionales, supo ser reconocido como ejemplo a seguir, es el golfista Daniel Vancsik.
El posadeño, ganador del Abierto de Italia hace un par de meses, se hizo tiempo en su apretada agenda internacional y dedicó el Día del Niño a los más chicos jugando, compartiendo y donando premios a la Escuela de Menores «Roberto De Vicenzo» del Tacurú, donde se formó deportivamente.
El Colo, que hace 10 años hasta llegó a pedir dinero para el colectivo y que siempre tuvo que recurrir a hierros prestados para formarse golfísticamente, hoy, afortunadamente, devuelve todo de la mejor manera.
La simpleza con la que se desenvuelve, la humildad con la se maneja, el entusiasmo que le pone a cada concepto que brinda y la pasión que le mete al juego no hace más que entusiasmar a aquel que recién se inicia en la materia. Son actitudes contagiosas, persuasivas. De esas que producen placer.
Por esto, considerar a Vancsik como un ídolo no es exagerar. Es reflejar lo que se percibe cuando el Colo está rodeado de los suyos, de esos que le siguen cada paso en cada torneo en cada punto del planeta. Y bien merecido lo tiene. Porque nunca se subió al tren de la soberbia, la misma que sepulta a grandes referentes del deporte. Nunca se negó a firmar un autógrafo. Regalar una sonrisa. Devolver un favor. Ayudar.
Por eso, y mucho más, el Colo es uno de los más grandes deportistas de la historia de Misiones. Nada menos…
Publicado por Gustavo Hollmann para Deporte y Critica.
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