El niñito con rulos rompía el límite entre la chacra 147 de Villa Cabello y la Chacra 148 para ir a la escuela Justo José de Urquiza. Pero el atractivo por la redonda podía más y en más de una ocasión la canchita terrada pegada a la entidad educativa se convertía en la parada obligada. Después venía lo peor: llegar a casa empapado en la tierra colorada y como agregado, tener que hacerle frente a mamá Delia.
Hoy, a los 28 años, Franco Cabrera cristalizó aquel juego inocente en su profesión, al convertirse en uno de los bastiones de Crucero del Norte, equipo que desde este domingo asumirá su primera experiencia en la B Nacional, la segunda categoría del fútbol argentino.
Polaquito, como lo llaman en el mundillo futbolero, se ganó su lugar en base a sacrificio, una de sus muletillas preferidas, y también alcanzó el reconocimiento, a tal punto que se convirtió en fija del equipo, que será local en el debut ante Atlético Tucumán.
En la niñez, primero, y la adolescencia, después, Franco tuvo a la pelota como parte de su esencia. Por eso no extrañó que ese chico atrevido dentro de la cancha, que jugó en la escuela de Luz y Fuerza, Guaraní y Obras Sanitarias, a los 15 años asumió su primera gran experiencia, ser parte de las inferiores de Newell’s.
“Me avisaron que el papá de un compañero nuestro estaba organizando el equipo y un sábado teníamos la prueba. Ahí quedé con otros cinco chicos”, relató. Sin embargo, al día siguiente llovió y la segunda prueba quedó postergada, hasta que días después llegó la buena nueva: Franco era el único seleccionado para viajar a la ciudad santafesina.
“Viajé con un compañero, pero sólo yo quedé en el equipo de Afa”, recordó Cabrera, quien ya daba muestras de su perfil después de cursar un año del secundario y abandonar al siguiente, motivo por el cual se cruzó con un coordinador: “Le dije que había ido a jugar al fútbol, no a estudiar. Que si quería estudiar me quedaba en Posadas. Por un lado se sorprendió, y me dijo ‘no querés estudiar, dedicate a jugar al fútbol”, recordó Franco, que actuó en sexta, quinta y cuarta.
En lo futbolístico no había problemas, pero a Franco lo inquietaba que la pareja que estaba al frente de la pensión no recibía el dinero del club rosarino. Esto motivó que el futbolista lo encare hasta al mismísimo presidente, Eduardo López, y posteriormente adopte una decisión dolorosa, emprender el regreso. “Esos señores vivían de lo que le pagaba el club, y yo no tenía plata para bancarme. Por eso no les dije nada que no iba a volver”, explicó el jugador.
De regreso a Misiones “no quería jugar más, estaba bajoneado”, y entonces empezó a trabajar con su hermano en la construcción en seco. Estaba frustrado, estuve tres años luchando, soñaba con jugar en primera y por cómo se dio pensé que ya no iba ser para mí”, confesó.
Sin embargo, Lorena, su compañera y mamá de las pequeñas Valentina (5) y Suhien (2), lo convenció para que empiece a entrenar con el Colectivero en 2005. Arregló por un viático mínimo, pero tras la salida de Alfonso le costó hallar su lugar, hasta que con Salinas volvió a creer en sí mismo y luego, con Dechat, se convirtió en pieza clave.
“Siempre soñé con esto, esto es una pasión para mí. Hoy, empezar y jugar esta categoría es algo impagable, nunca pensé que iba a lograr esto. Hablando con mis hermanos, cuando terminó el partido en Madryn, ellos me decían: ‘te lo merecés, siempre luchaste para esto, quedate tranquilo que entraste en la historia del fútbol de Misiones’. Está buenísimo, ahora hay que ver qué pasa”, enfatizó, en el diálogo, en plena siesta misionera.
¿La base fue el principal sostén?
Fuimos un equipo duro, creo que Pedro, las veces que eligió, lo hizo bien y siempre le dio prioridad a la base de jugadores. Creo que vamos a ser un equipo duro, tenemos buen pie, buenos jugadores y a la hora de defender lo hacemos muy bien. Creo que en el partido de Madryn si seguíamos jugando hasta ahora no nos iban a empatar. Ahora, lástima que se nos fue el Cuqui (Márquez)”.
En Newell’s aprendió a actuar por varios sectores del mediocampo y hasta fue doble enganche con Paulo Rosales (hoy en Independiente). Ya en Crucero empezó a soltarse por derecha con la banca de Pico; luego, Dechat lo ubicó por izquierda hasta que por circunstancias terminó el Argentino A como doble cinco. “No pensé que podía jugar en esa posición y menos con Marczuk. No tenía problemas en jugar, le dije a Pedro, pero que marca no iba a tener y al final le terminé rindiendo. Y el equipo, no es por nada, fue para adelante”, resaltó.
¿Este Crucero puede evitar preocuparse por la tabla del fondo?
Hoy están marcadísimos los que quieren ascender. Después hay un grupo que va a pelear en mitad de tabla y creo que si estamos en ese pelotón y nos acostumbramos a ser ganadores, porque este equipo está acostumbrado a ganar. Si estamos a la altura de las circunstancias es difícil que nos puedan pasar por arriba, nos pueden ganar pero no pasarnos por arriba. Podemos dar pelea y estar en mitad de tabla, a medida que vayan pasando los partidos nos vamos a hacer fuertes. Acá tenemos que hacerle sentir la localía, el calor, el pasto. Y de visitante sabemos a qué jugamos.
Franco destacó el sostén de su familia de “gente laburadora”, con papá Héctor (jubilado), mamá Delia (ama de casa), y sus nueve hermanos. “Nunca faltó nada pero tampoco sobró. Rescato lo bien que nos criaron nuestros padres y que nos hicieron buenas personas, esto hace que mucha gente me quiera. Y también mis hermanos, siempre que uno tuvo un problema estuvieron los otros nueve”, explicó quien luego del ascenso realizó una breve película por su cabeza.
“Cuando volvimos al hotel me quedé solo un rato en la habitación y me acordé de todo: de que estuve en Newell’s, de lo que luché, de que trabajé, de las peleas con mi mamá para que estudie, de mi señora, que me ayudó para que vaya a entrenar a Crucero. En la cancha, nos abrazamos y lloramos, la verdad que todavía no puedo creer lo que logramos hasta el día de hoy.
Fuente: territoriodigital.com
Comentarios recientes