Y pasó lo peor nomás, y a la vez lo que parecía cantado por todo lo que enarbolaba el contexto. Pasó lo que se temía, pese a las esperanzas que se alimentaron al final del proceso tras la victoria ante Gimnasia y Tiro y el pasaporte a un triangular que aún le daba un motivo para seguir soñando. Pero claro, los salteños ya sabemos que demasiados milagros no suelen ocurrir por estas tierras, más en materia futbolística.
Juventud Antoniana, tras empatar 1 a 1 con San Martín de Formosa en el último partido del triangular por la permanencia, descendió y marchó al Regional Amateur 2020, prácticamente de la mano con el albo. Ambos deberán esperar diez meses para volver a competir de manera oficial, rifaron la vida y el crecimiento de dos de las instituciones más grandes del interior, dejaron que Salta pierda la plaza en el Federal A y, lo que es peor, la provincia se quedó sin representantes en ninguno de los tres primeros estamentos del fútbol argentino, condenando al fútbol local al ostracismo y al amateurismo más puro.
¿Cómo no nos va a doler como salteños este descenso? Más allá de cualquier preferencia, inclinación o simpatía, y aun más allá de las lógicas chicanas de los hinchas que deben desdramatizar con humor una triste realidad, la pérdida de la categoría de Juventud, sumada a la de los de la Vicente López, fue el último empujón para consolidar el peor bochorno del fútbol salteño en décadas, perdiendo con esto, además, peso y representación. Porque más bajo que esto es imposible caer.
Pocos recordarán que Juventud arrancó ayer, en el estadio de Racing de Córdoba, en la última fecha del triangular, mejor plantado que el salvado San Martín formoseño, siendo un manojo de enjundia y actitud y superior a su rival, en propuesta, tenencia de balón y aproximaciones.
Pocos recordarán que Ricardo “Momoto” Gómez, uno de los valores más preciados de un proceso nefasto, se perdió la oportunidad histórica de inmortalizarse como héroe de la salvación de Juventud con su gol, a los 30 minutos del segundo tiempo, cuando el mismo Gómez, 5 minutos más tarde dejó irresponsablemente a su equipo con diez tras una acción descalificadora con un rival.
Y mucho se recordará la impericia del santo para cerrar el partido, para sostener la ventaja y cómo terminó envuelto en la picardía de un equipo como el franjeado, que se caracteriza más por aprovechar las pelotas que se revolean por el aire y por enfriar el juego a su antojo.
Sin embargo, la historia de ayer solo será rememorada como el capítulo final de una triste película que tuvo desde el comienzo a jugadores padeciendo el abandono de su misma dirigencia (la CD anterior) con meses sin cobrar sus sueldos, viéndose obligados a organizar rifas internas para poder comer y arrastrando al club, por responsabilidad de esos mismos dirigentes, a la vergüenza nacional.
El nudo de la dramática película también contará que a lo largo de la temporada hubo futbolistas desalojados de sus viviendas o al borde, inhibiciones, carencia de servicios básicos en la sede por falta de pago y que una campaña futbolística pobrísima y de descenso acompañó ese pesado contexto. Salvarse con todo ese lastre hubiese sido un milagro. Pero el fútbol salteño no conoce esos prodigios.
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