El hundimiento

El hundimientoHace exactamente un año, cuando estaba realizando la pretemporada con vistas al inicio de su quinta temporada en la Primera B Nacional, nadie pensaba -ni siquiera el más escéptico- en la posibilidad de que Crucero pierda la categoría.
Antes de que arranque el actual campeonato que llegará a su fin este fin de semana, el Colectivero comenzó el torneo con el mejor promedio de los 23 equipos. Uno miraba la tabla de los promedios y el equipo misionero miraba a todos desde lo más alto con un registro de 1.585, producto de los 65 puntos que había cosechado en los 41 partidos que jugó en las temporadas 2014 y 2016 (ya que en 2015 jugó en Primera División).
Crucero incluso arrancó el torneo mejor posicionado que Argentinos -flamante campeón- (1.550) y no tenía mayores obligaciones en la zona roja, al menos para el campeonato que está llegando a su fin. Entonces, ¿qué pasó para que llegue el peor desenlace?

Para entender el descenso del equipo misionero al torneo Federal A, categoría a la que volverá luego de cinco años (el 30 de junio de 2012 ascendió tras ganarle 1-0 a Brown en Puerto Madryn la promoción del entonces llamado Argentino A), hay que repasar lo que sucedió en los últimos tres años, pero sobre todo lo que dejó el último año, en el que hubo cambios de jugadores, cuerpo técnico, coordinador de fútbol y hasta de presidente. Evidentemente nunca hubo un trabajo coordinado entre las distintas partes y el resultado no tardó en hacerse evidente.

De mayor a menor
Los 33 puntos que cosechó en los 20 partidos que jugó en el Torneo de Transición 2014 de la B Nacional, sumado a los 32 que sumó en los 21 partidos que disputó en la temporada 2016 le otorgaron al Colectivero un colchón muy importante de puntos (65 puntos en 41 partidos) para no sufrir en los próximos torneos. En esos dos torneos consiguió más de la mitad de los puntos en juego. Pero los números comenzaron a darle la espalda rápidamente con el arranque del actual torneo.El hundimiento
La debacle tuvo su inicio el 29 de agosto del año pasado, cuando Crucero tenía el triunfo en el bolsillo ante Nueva Chicago (ganaba 1-0 y jugaba con un hombre más) pero terminó empatando 2-2 en Santa Inés. En esos momentos nadie hablaba de descenso. De hecho, la mayoría se ilusionaba con hacer un buen campeonato y, por qué no, pelear la chance de volver a Primera División, en la que había estado un año antes.
Pero las tres derrotas consecutivas ante Argentinos, Instituto y Chacarita en las fechas 2, 3 y 4 se encargaron de marcarle la realidad al equipo misionero. En el mismo momento en el que Andrés Salibe reemplazaba a Julio Koropeski como máxima autoridad del club, los cuestionamientos se fueron haciendo más intensos para con el entonces técnico Miguel Salinas. Los resultados no acompañaban y el futuro de Pico parecía sentenciado. El contundente triunfo 4-0 frente al entonces puntero Brown de Madryn oxigenó un poco el vestuario local, pero el rendimiento que mostraba el equipo convencía menos que los resultados y así llegó la salida de Salinas, en la 11ª fecha, tras perder con Almagro un partido inédito en el que a Crucero se le presentó todo a favor como para ganarlo. Como DT, el ex arquero del club dirigió 13 partidos (tres victorias, tres empates y siete derrotas) y apenas cosechó el 23 por ciento de los puntos.
El arribo de Héctor Rivoira, hombre de ascensos importantes y respetado como pocos en el ambiente, encendió la luz de la esperanza en Santa Inés. “No es momento para los pibes”, había afirmado en aquel momento el nuevo entrenador sin conocer en profundidad el plantel en cantidad y calidad. Las innumerables lesiones fueron mermando a un plantel de por sí corto y el Chulo no tardó en darse cuenta de que no todo iba a ser color de rosa.
Le quiso imprimir al equipo una idea de juego interesante buscando protagonismo tanto de local como de visitante. No tuvo suerte en varios partidos, es cierto, pero al menos logró que Santa Inés sea un terreno inexpugnable para sus rivales.
La falta de jerarquía del plantel, como él mismo lo señalaba públicamente, lo llevó a amagar con renunciar en un par de oportunidades, pero reunión mediante con algunos referentes y la dirigencia decidió quedarse. Sin embargo, tras escasos 17 partidos al frente del equipo, y con un registro de cuatro triunfos, cinco empates y ocho caídas, le puso punto final a su ciclo como entrenador con el 33 por ciento de los puntos.
Andrés Salibe, Dardo Romero (coordinador) y compañía rápidamente encontraron sucesor en Sergio Lippi, un técnico de perfil bajo que llegaba con un par de ascensos sobre sus espaldas.
Pero su libreto conservador no fue la mejor solución. El equipo siguió padeciendo sus propias limitaciones y no hubo cambio de piezas, de esquema, de sistema o de mensaje que pudiera torcer la historia. Los jugadores nunca fueron capaces de abstraerse mentalmente de la crítica situación y así se llegó al peor escenario posible, inimaginable hace algunos meses.
Lippi, cuyo futuro se decidirá en las próximas horas, dirigió los últimos 11 partidos del Crucero, consiguiendo sólo un triunfo, cuatro empates y sufriendo seis derrotas, sumando sólo el 21 por ciento de los puntos.
Más allá de las constantes lesiones que complicaron a cada técnico, ni Salinas ni Rivoira acertaron demasiado con los refuerzos. Que el arquero Ignacio Arce -que ya tiene todo acordado para continuar su carrera en San Martín de Tucumán- haya sido el mejor jugador de una pésima temporada habla por sí solo de las flaquezas de un plantel que no estuvo a la altura de la categoría.
El domingo, desde las 15, cuando Crucero cierre en Santa Inés su quinta temporada en la B Nacional frente a Gimnasia de Jujuy, será momento de hacer autocrítica y refundarse para lo que viene. Porque si bien Crucero vive sus horas más críticas, también supo levantarse y tocar el cielo con las manos cuando nadie lo esperaba.

Fuente: Gustavo Hollmann, El Territorio.

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